Carlos Reutemann llegó a Cañada en diversas ocasiones. Algunas protocolares, otras en su rol de referente político ineludible en la Santa fe de los ’90. También, cuando la inundación que asoló Cañada de Gómez en el 2000 hizo que el auxilio económico de Nación y Provincia se hiciera indispensable
Para muchos cañadenses existía desde mucho antes que fuera tentado por la política. Era el Lole, el corredor, el último que estuvo en la elite mundial de la Fórmula 1 a la altura de los máximos pilotos de la suprema categoría mundial, el que los domingos a muchos nos hacía levantar temprano para verlo correr, cuando con solo tener una antena alta veíamos gratis, en blanco y negro, cualquier espectáculo deportivo que valiese la pena. Eran épocas, o la misma que dura mucho, de vacas flacas en lo que a orgullo nacional se refiere. Los argentinos, agobiados en varios frentes, poníamos en los partidos de Vilas, las peleas por el título de Monzón o los grandes premios que corría Reutemann, la esperanza de comprobar que con un triunfo de cualquiera de ellos la vida se hiciera más llevadera, y que el país, en tal caso, no fuera tan decepcionante.
Ya gobernador, ley de lemas mediante, el estilo austero, su rictus seriote y sus escasas palabras pasearon por nuestra ciudad en varias ocasiones. En esas visitas coincidían tres estamentos gubernamentales que ocupaban personas de un mismo perfil: Abel Romegialli en la intendencia cañadense, Norberto Betique en la senaduría de Iriondo, y el propio Lole en la máxima magistratura de la provincia, fueron la parquedad personificada.
Carlos Reutemann visitó Cañada muchas veces. En campaña, vistiendo la célebre campera roja que utilizaba como cábala en esos menesteres. En varias inauguraciones, como la del Jardín 95, uno de sus últimos actos como gobernador en su segundo mandato. Acompañando a Carlos Menem, cuando llegaron al aeroclub en una mañana en que el lugar explotaba de periodistas, políticos y curiosos de toda la región. Y por fin, en la ya referida llegada de auxilio a la ciudad pocos días después de la inundación, como algunas citas sobresalientes.
Luego, ya en su repetido rol de senador nacional, su participación en nuestra vida, incluso en la actividad política local, se fue haciendo casi imperceptible.
Carlos Alberto Reutemann fue piloto de la aristocracia automovilística, arriesgó la vida en cada carrera, ostentó dos veces la gobernación de la provincia y la senaduría nacional durante varios períodos, incluso se encontraba cumpliendo ese rol cuando lo sorprendió la muerte. Un dossier impresionante puesto así sobre el papel, para un hombre que transitó, con altas y bajas, varias décadas en las que su nombre planeó sobre la vida diaria de los santafesinos, y de los fans de los fierros de todo el país.