En la reunión del viernes en el auditorio Santa Cecilia estuvo la plana mayor de la policía local, el poder político cañadense, a través de autoridades municipales y concejales de todos los signos, y el público interesado en el tema, o como Roberto Arocena y Liliana Avoledo, víctimas directas de las últimas y sonoras acciones de un delincuente que asaltó sus comercios con pocas horas de diferencia y que hoy, tras un allanamiento, está detenido. Avoledo relató la forma en que fue asaltada en su verdulería de Mitre y 9 de Julio, y Arocena, dueño del comercio equipado con cámaras que fueron determinantes en lograr que un juez diera la orden de allanamiento que termino con la detención del presunto autor, también dio sus impresiones acerca del hecho del que fueron víctimas su comercio y la empleada que lo atendía ese viernes 3 de agosto.
Entre los puntos en discusión, tal vez el más comentado fue el de la velocidad con la que generalmente los cacos son soltados tras ser detenidos. Allí, el jefe Prarizzi, de la URX,, explicó la dificultad de retener a los malvivientes a partir de las normas existentes. A ello agregó que la alcaidía de la unidad, apta para alojar a diecisiete internos, hoy tiene a casi cuarenta, y ello porque varios, por su peligrosidad, fueron trasladados a Coronda, y dos menores al IRAR.
Conectado con el mismo tema, varios reclamos esgrimidos por el público coincidieron, esta vez en el tema tráfico de estupefacientes: si tomamos como valioso el aporte del buzón de la vida, ¿cómo es posible que los vecinos conozcan la ubicación de los quioscos de la droga, y no la policía?… Vale para eso –y de hecho se ofreció- la misma respuesta que para el caso anterior, y que consiste en que un operativo que incluya allanamientos y detenciones, tiene un proceso de preparación tan engorroso, que es apenas un muestreo de los que se podrían realizar, ya que, efectivamente, la policía conoce perfectamente los sitios de expendio de estupefacientes, pero el síndrome de las manos atadas funciona aquí también.
Por otra parte, en el tema prevención, se ofreció como un elemento válido la instalación de mayor cantidad de cámaras de vigilancia, o bien la conformación de un sistema de cooperación ciudadana que sirva de asistente a la tarea policial.
En cada intervención de los asistentes a la reunión, se advirtió que se ofrecieron conceptos útiles, aunque dispersos, y que hará falta una tarea de coordinación de todos ellos mucho más efectiva de la que se dispone ahora.
El estado de situación es preocupante, se cumplieron los pronósticos vertidos hace un par de décadas, en plena primavera menemista y privatizadora, cuando se decía que la previsible destrucción del aparato productivo nacional iba a crear guetos como los que efectivamente aparecieron, con generaciones de pibes que crecieron con sus padres sin trabajo, y para quienes temas como el robo o, al menos, el refugio de la droga, son un camino corto al sustento diario. Y, paradójicamente, franjas medias y medias altas de nuestra ciudad, que apoyaron calurosamente aquélla política “paqueta” de mandar todo a manos privadas, que las hacen funcionar mejor, son las que se sienten más horrorizada con la fase actual que, también es justo apuntar, no la sufren principalmente, sino las capas menos favorecidas de esa sociedad.
Autor: Roberto Larocca | Fotografía: Damián Garnero