Se cumple un año del fallecimiento de Carlos Faúl 0 818

Personaje insoslayable de la historia cañadense de las últimas décadas, se transcribe aquí una nota realizada en 2014, donde contaba su vida desde el desembarco familiar en esta región, para no marcharse más.

SER FELIZ NO ES UNA SUERTE, ES UNA DECISIÓN…

EN MEMORIA DE CARLOS FAÚL – POR PABLO DI TOMASO

Así se tituló su última nota en Estrella de la Mañana y aunque cuesta creer que su silbido no se escuche por la ciudad, que fue muy duro comenzar el festival sin él y aún hoy, muchas veces, lo espero con el mate caliente para compartir anécdotas en el museo como solía ir, siempre y cuando no haya nadie, porque según él hablábamos el mismo idioma. Les puedo asegurar que en una grabación de cincuenta minutos, donde volví a escuchar su voz, me pareció tenerlo cerca y quizás no nos demos cuenta ahora pero con el paso del tiempo será un acervo cultural de la ciudad muy valioso, tampoco voy a negar que un par de veces mis ojos se humedecieron al retornar a la realidad y saber que él ya no está.

Su vida no fue fácil, desde niño hasta el último de sus días fue un tipo sencillo, humilde, servicial y compañero, es que la vida lo había marcado y mucho. Fue amado y aclamado por los músicos, que gracias a su festival tuvieron su primera oportunidad de cantar frente al público, fue querido por todos aquellos que tuvieron la oportunidad de ser homenajeados en vida cuando realizaba el programa Mi Ciudad y fue admirado por los miles de niños que conocieron la historia cañadense gracias a él, o jugaron a las bolitas o ganaron sus torneos de fútbol intercolegial. También fue criticado por un sector que no pudo aceptar su forma de ser, que no creían en su estilo de hacer historia y ser peronista a veces le trajo dolores de cabeza, hasta le quisieron sacar Las Tres Lunas para llevarlas al Parque, o le quitaron el apoyo económico a su programa o lo exiliaron al Museo. Pero él, siempre lo arreglaba con una sonrisa… Solía decirme: Pablo, todas esas críticas me entran por un oído y salen por el otro, lo importante es trabajar y hacer feliz a la gente.

Hoy quiero compartir con ustedes, una entrevista que le realicé en febrero del 2014, y lo que será parte un libro terminado que presentaremos próximamente. Ese día Carlitos me recibió en su casa de calle Pellegrini al 900, donde en el living se lucia orgullosamente un escudo del Partido Justicialista, la compañía de su perro y Richard un amigo peruano que compartió con él sus últimos tiempos.

“Nací en El Trébol el 25 de enero de 1940, y hasta los cuatro o cinco años vivimos allí. Mi papá Leopoldo era petisero y cuidaba los caballos de polo de la familia De Lorenzi, inclusive estuvo a punto de viajar a Estados Unidos llevado por los patrones a un campeonato de la disciplina”, así comenzó Carlos su relato continuando su repaso de aquella etapa inicial de su vida, “pero mi papá le tiraba más la idea de trabajar en el tambo, así fue que la convenció a mi madre Ana María para que nos traslademos hacia Tortugas, donde nos instalamos a seis leguas al sur del pueblo. La escuela primaria la hice en Campo Charo”. Recordemos que además de sus padres, la familia Faúl Latmann la integraban sus tres hermanos, Leopoldo Luis, María Lisel e Isabel. En aquella chacra de Tortugas, Carlitos solía ir a cuidar a las vacas, subido a su caballo, acompañando al ganado a pastorear. De esas jornadas en solitario nace en él su pasión por silbar, es que según nos expresa no era muy ducho cantando y era una manera de acompañarse modulando las canciones de la revista El Alma o Canta Claro. Pero en esos años conoce a su primer amor, el peronismo… “Con Perón empezamos a tener derechos, yo recuerdo cómo ponía el lomo mi padre y muchas veces pasábamos miserias, con la llegada del General y de Evita todo fue distinto, pudimos crecer, educarnos y trabajar más dignamente.”

Cuando comenzaba la década del sesenta, los Faúl se vinieron a Cañada de Gómez y se instalaron en la quinta de los Perassi a trabajar el campo… “Lo más cerca que teníamos era el almacén de los Governatori, no teníamos luz, estábamos muy lejos, recuerdo a mi madre decirle a la vecina más cercana avíseme cuando vaya al pueblo para ir a comprar lo necesario…” Así fue que en 1961 ingresó como obrero a La Helvética, su hermano Leopoldo se había vuelto hacia El Trébol, Isabel se la rebuscaba de peluquera y Mari trabajaba en la venta de flores de los Galizzio, de esa manera la familia decide trasladarse a la vivienda de calle Pellegrini. En La Helvética trabajó hasta 1967 para empezar a darle forma a sus primeras letras en Estrella de la Mañana como cronista deportivo, pero a su vez también ejercía tareas en la imprenta con la linotipo, donde a altas horas de la madrugada finalizaban sus tareas para posteriormente ir a desayunar al bar de los Beltramone en la esquina de Ocampo e Yrigoyen comenzando así una relación con el municipio, ya que antes de irse a su casa a descansar se daba una vuelta por la secretaria del intendente para ver si había alguna novedad para el diario. Allí entabló amistad con Juan Carlos Santana, Molina y Romagnoli y fueron quiénes lo incentivaron para que intente trabajar en la municipalidad. De ese momento nace una de las anécdotas más recordadas de la ciudad, donde Carlitos recuerda que “de tanto que insistieron pedí una audiencia con el intendente Hildo Storni, y así fue que llegué a la oficina de Molina y le digo que iba a hablar con Storni, Molina que no era muy claro en su escritura, en vez de poner Faúl puso Falú, y justo en esos día andaba Eduardo Falú en la ciudad donde actuaría en el Sport Club. Don Storni al leer que Falú ingresaba a su despacho se preocupó por atenderlo de la mejor manera, compró bebidas y masas finas de Ritz, y mientras tanto protestaba ¡cómo no me dijeron antes que venía este artista a visitarme!, bueno, ni te quiero contar cuando me vio entrar, ¡quién es usted!, me dijo el intendente… Faúl le dije, con mi cara de campesino asustado, ¡pero esto es una joda! gritó Storni, mientras retaba a sus secretarios por el error… Así fue que ingresé a la muni, con masas finas y el enojo del intendente…”

Sus primeros trabajos en el municipio, a partir de noviembre del ´69 cuando ingresó, fueron vender boletos en el balneario La Florida, después trabajó con los inspectores Chirino y Vera, de allí se fue a Inspección General siendo Don Bondoni su jefe, sobre esta persona Carlos recuerda que “usaba unas galochas para cuando lloviese conservara sus zapatos y las dejaba siempre en un lugar de piso de madera, un buen día los muchachos se las clavaron, cuando se las pone se pega un golpe infernal, pobre Bondoni, eran bravos los compañeros!!”, posteriormente fue inspector de Obras Privadas, donde según él expresa “no entendía nada!!!!”, hasta llegar al final del mandato de Storni allá por el ´73 a colaborar en la Secretaría privada donde manejaba el mimeógrafo para transcribir las ordenanzas y decretos, aduciendo que le costaba un Perú manejar el aparato… Desde la llegada del Quique Albertengo en marzo del mismo año Carlos Faúl comenzó su tarea de prensa en el municipio, manteniéndose en las dictaduras de Cabezudo y Butassi y en el retorno definitivo de la democracia con el Quique nuevamente, Balbuena y Audano. Al llegar el Partido Demócrata Progresista, el entonces intendente Abel Romegialli decide sacarlo de la oficina donde tanto empeño puso en casi 20 años para ir a trabajar a un olvidado escritorio de Parques y Paseos, como una especie de castigo por estar identificado con el Partido Justicialista. Faúl siempre me comentaba que a él le había pasado lo mismo que al colectivo de pasajeros que tenía el municipio y que por decisión también de Abel Romegialli deciden no utilizarlo más, una buena mañana con sus vidrios llenos de tierras, se pudo leer en el parabrisas del mismo “Te pararon por peronista”.

Así fue que comienza otra etapa de la vida de Faúl, cuando el entonces director del Museo Dr. Álvarez le pide al Secretario de Gobierno Héctor Alsina tener a Carlitos como colaborador en el Museo Histórico Municipal que se encontraba en los altos del Verdi. A pesar que llevaba unos cuántos años produciendo y conduciendo el programa Mi Ciudad, junto a Daniel Ferrero y su equipo, fue en esos años que Faúl empieza con mayor empuje a escribir la historia cañadense desde una mirada más pueblerina y popular… “No me fue fácil –manifiesta Carlos- porque no coincidíamos con Álvarez en la forma de ver la historia, discutíamos mucho, pero nos respetábamos. Muchas veces me llamó la atención mediante cartas porque filmábamos sin el permiso de él escenas en el Museo del programa, o cuando tenía que salir para hacer entrevistas. En el fondo mi trabajo, sea para Mi Ciudad o para Estrella, contribuían para la historia local y a su vez para el Museo. Pero a pesar de todo, fueron años muy hermosos, enseñarles a los chicos, acompañarlos por los lugares históricos de la ciudad, fue algo que me enriqueció notablemente.” En la gestión de Amílcar Abate deciden que Carlos Faúl vuelva al palacio municipal a colaborar con la misma, pero antes de irse filmó una recordada escena para el programa La Peste, que conducían Rubén Carrera y el recordado Luis Salomón, donde se asomó a los balcones del Verdi saludando como el General.

No debemos olvidarnos, que hace un tiempo atrás, a causa de un problema serio de salud de JoséAntonio Ramacciotti, director de Estrella de la Mañana, Carlos dirigió interinamente junto a Eduardo Navarro y Alberto Di Paola el citado matutino local. Pero es preciso decir, que la Columna de Faúl fue un clásico de los últimos 20 años, donde en pequeñas crónicas recordábamos a personajes, hechos y lugares de nuestro pasado.

Sin lugar a dudas los máximos logros de Carlos sean el Programa Mi Ciudad, Las Tres Lunas y las jornadas para los niños. Arranquemos por Las Tres Lunas y cómo comenzó, “Lala insistía en hacer un parque para los chicos más humildes, y no sabíamos como hacer para conseguir fondos para construirlo. Me acuerdo las peleas que tenía Lala con Albertengo y después con Balbuena, porque ella lo que se proponía lo lograba, tanto insistió que una noche, con unos muchachos sacó dos arcos de maestranza y los clavó en el campito… Nunca se animaron a sacarlo, jajaja. Fue una noche, que estaba Lala, vecinos del barrio y yo, y propusimos hacer una peña folclórica donde canten y bailen los cañadenses y algunos de la región. No sabíamos que nombre ponerle hasta que a don Melera, al ver la luna radiante, dijo ¿Y si le ponemos las Lunas de Cañada?, y como fueron tres noches así nace el nombre Las Tres Lunas… Desde sus inicios la gente nos acompañó, el primer escenario era un acoplado a espaldas de Calle Rawson con una tela de Tienda La Imperial donada por Castells de fondo y el sonido era de un chico de apellido Díaz que vivía en el barrio… Era el verano de 1988… “

Con respecto a Mi Ciudad recuerda que “aunque mi pasión por la historia se acentúo en mi paso en el Museo durante 10 años… El programa Mi ciudad comenzó a gestarse en el gobierno de Enrique Balbuena, quién me apoyó incondicionalmente en mis proyectos… Empezó con un micro y después vimos que era algo que iba para más grande, hablé con Daniel Ferrero y así con el esfuerzo de muchos, como Poggiana, los hermanos Sosa, Laura Bianchi y otros hicimos más de trescientos capítulos… No fue fácil, tuve mucha
contra de parte de quiénes veían la historia de una manera más clasista… Pero fue un aporte importantísimo a la historia local que ahora se valora por las vivencias allí desarrolladas. Estamos viendo con Daniel de empezar de nuevo con el proyecto… “ (N. de la R.: El programa comenzó a reeditarse y sale semanalmente por Canal 2 de Cablevisión). Las jornadas para los niños nace como iniciativa propia durante la gestión de Stella Clérici, contando no sólo con la colaboración de la intendenta sino con todo su equipo donde Carlos fue parte del mismo como colaborador institucional.

Queda para el final de esta historia, su gran historia de amor, la que tuvo con Estefani Stankevich, la Tía Lala… Ella fue quién lo afilió al Peronismo, a ese partido que le había cambiado la existencia cuando era niño. “Fue el amor de mi vida… A Lala la conocí, cuando ella trabajaba con los chicos humildes, y en 1973 llegan los torneos Evita y participamos juntos en la campaña del Quique Albertengo… Me acuerdo que se consagró sub campeón el equipo de Lala, y la canción del equipo era Meta pico, meta pala este es el equipo de la Lala, así fue que ella consigue la Colonia de Bustinza en Carlos Paz y en aquel viaje llevando a los chicos del barrio de vacaciones iniciamos una historia de amor que duró 30 años…”. A Lala también la acompañó en su carrera política cuando en 1993 fue elegida concejal de la ciudad, “la campaña fue extraordinaria, su histórico bombo, fue sorprendente esa elección”, tan sorprendente como la que tuvo Carlos en 2003 cuando acompañando a Stella Clérici aportó los votos necesarios para que por primera vez una mujer fuera intendenta de la ciudad, quedando a muy pocos votos de entrar como concejal… “Stella es lo mejor que nos pudo pasar, una mina de fierro, con mucho empuje, nos queremos mucho y eso siempre me alentó a colaborar desinteresadamente con ella en lo que me necesite.”

Al poco tiempo de hacer esta entrevista Carlos comenzó con sus problemas de salud, se recluyó en su hogar, en su familia, hablaba con pocos… Con quién esto escribe habló una semana antes de partir alentándolo a seguir con el trabajo que se hacía en el nuevo Museo Histórico, con Raquel Di Paola compartieron la alegría de poder traer al Chaqueño Palavecino a sus Lunas, como él venía pidiendo… La mañana del 23 de octubre de 2014, Richard un amigo peruano que compartió con él sus últimos tiempos, lo encontró sin vida en el patio de su casa y a partir de ese momento Carlos Faúl comenzó una gira en la que algún día nos reencontraremos…

Aunque su nombre esté grabado en el escenario mayor del festival, en un pasaje del Barrio Estanislao López y la delegación sur lo recuerda en su presentación, es pequeño a comparación de su legado, él fue el autor de muchas de las cosas que sucedieron en la ciudad, Las Tres Lunas, Mi Ciudad, su tarea en el Museo, las Columna en Estrella de la Mañana, sus paseos con los alumnos por Cañada, los torneos de bolitas, de fútbol, su militancia, su personificación del General Perón, sus amigos, sus amigas, su silbido, su voz… Todo eso lleva la marca de un hombre que hizo feliz a muchas generaciones de cañadenses

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Y la banda sigue tocando 0 15333

La charla con Carlos Verdicchio y Rubén Carrera discurre por los comienzos del camino de los G. “Una historia de derrotas y fracasos”, bromea Rubén, refiriendo a esos tiempos en los que apenas pasaban los 20 años de edad.
-No teníamos dimensión de lo que hacíamos –cuenta Carlitos- entre charlas delirantes, sin conciencia de hacer una carrera mediana en la música, nada de eso.

“Delirábamos y salía todo lo contrario” se ríe y apunta Carrera.

En el ’88 aparece la posibilidad de intervenir en el Pre Chateau de Rosario, un festival eliminatorio cuyo ganador tocaría en la entonces meca festivalera del rock argentino, el Chateau Rock que se realizaba en el estadio mundialista cordobés.

Y a Rosario fueron los G.

Carlos Verdicchio: -Aunque ya habíamos tocado algunas veces en Rosario, fueron en lugares pequeños, nada a la escala del anfiteatro, con diez mil personas, producción.
Rubén Carreras –Era casi una excusa para tocar en Rosario, pocas bandas de Cañada lo hacían, ¡y en dos días habíamos ganado! Con eso lográbamos actuar en vivo en el Chateau, y además el premio incluía grabar un disco.
CV :- El triunfo nos permitió lograr conexiones, amigos que eran músicos o periodistas, y difundían lo nuestro, y de esa manera alguno le acercó a Fito Páez algo de lo que teníamos grabado, y le gustó. Sonábamos distinto a los que se escuchaba entonces, también las letras, incluso nuestra actitud. Así que nos acercó la propuesta de participar en la producción del disco.
RC: -Otra de las características de entonces era la cantidad de horas que ensayábamos. Era tocar y tocar, viajar a Rosario todos los días, a veces a dedo.

Llegó la propuesta de Fito, y sin pensarlo dos veces la banda partió rauda en el Urquiza, a Buenos aires y el estudio que el músico tenía en Caballito. Allí no sólo alternaban con Páez, o Fabiana Cantilo, sino que una cantidad de músicos pasaban a diario por allí.

CV: -Era un sueño estar en ese lugar, en contacto con una personalidad como ésa, Tweety González era el operador.
RC: – Fue como una bomba atómica sobre nuestras cabezas, rodeados de músicos conocidos, qué se yo, Guillermo Vadalá estaba allí, mirando, y tantos otros. Además, dormíamos en el mismo estudio, era el ’88, una época tremenda de crisis, en ese entonces se cortaba la luz cada tres horas y volvía a funcionar otras tres, así continuamente. Entonces debíamos aprovecharlas, pr ejemplo grabábamos un domingo a las 8, le pegábamos hasta las 11 y entonces… corte de luz. Tres horas charlando solamente, sin hacer otra cosa porque no teníamos un mango.
CV: -Un calor infernal, el aire era irrespirable.
RC: Teníamos el modo “morfargo”, porque con el Tato comíamos ese pan y ninguna otra cosa
“La inflación fue el ángel de la guarda en toda nuestra carrera” agrega Carlitos.

En el 91 salió el segundo disco, de producción propia. En ese momento arrancó con fuerza el formato CD, y en poco tiempo todo se grababa en esa condición. “Y nosotros salimos contentos con nuestro vinilo debajo del brazo” se lamenta Carlitos. “Lo vendían con los del Trío Los Panchos y Música en Libertad” bromea el bajista.
“Hoy hubiésemos vendido cualquier cantidad en vinilo” agrega Carrera “pero entonces…”

CV: En el 93 salió el tercero de los álbumes, ése lo grabamos en Alfa Centauro, pero con una discográfica detrás. Incluía nuevas versiones de algún tema del primero, como Cae lenta.
Un año después dejamos de tocar

 

Cada uno siguió distintos derroteros, tanto en lo personal como en lo musical. ¿Cómo comenzó la nueva parte de la historia que desemboca en este aniversario?

RC: -Con mayor o menor presencia, como Coky que tenía su grupo, todos seguimos tocando. A veces nos invitaban como grupo, Coky lo hacía, en el 2000 tocamos en La Rockería, hasta que hace dos años, cuando se festejaron los 50 años del rock de Rosario ahí también nos invitaron, ¡y a cerrar las jornadas!.
CV: -Fue entonces cuando caímos en la cuenta que eso no era joda, teníamos que ensayar en serio. Además teníamos dudas, sobre cómo nos iban a recibir, qué onda había ahora.
RC: -En el primer ensayo ninguno hablaba una palabra, pero fue mágico, como si nunca hubiésemos dejado de tocar, estuvo bueno la pasamos bien.
CV: es que desde el punto de vista musical, humano también, la cosa se complica, somos grandes, con nuestras mañas…

No todos evolucionan de la misma manera…

CV: Esa es la conclusión: que ninguno de nosotros maduró!… (risas).
RC: En fin, el recital estuvo bueno, la gente respondió, y entonces comenzaron a llamarnos para tocar, cada vez más seguido. Fue entonces que un día Coky dijo: Viejo, esto es trabajo!.. entonces vamos a trabajar!…
CV: Ahora ensayamos, tenemos la ventaja que Juan (Albertengo, el batero de la banda. N de la R.) y el Vila regentean un estudio de ensayo, que es el viejo Alfa Centauro, un lugar hermoso, con todas las comodidades para la tarea, buenos equipos, con cabinas, todo suena perfecto, muy bueno para ensayar.

RC: Para lo de este viernes, tenemos que agradecer un montón a mucha gente. A la Muni, a quien acudimos como punto de partida, pero también a los que se van a ocupar de la parte técnica de los distintos aspectos que se englobarán esa noche. Van a estar Walter Crola, Daniel Ferrero, Carlitos Herrera, entre muchos otros. Y la gente que nos siguió y se acuerda.

Este viernes, Punto G va a tocar el primero de sus álbumes completo, del que se cumplen 30 años de su grabación, en el orden en el que aparecen los temas. Habrá un breve intervalo, y continuarán con una selección de temas de los otros dos discos, un total de algo más de dos horas de actuación.
Resumidos, más de treinta años de una feliz historia de derrotas y fracasos, los que hoy despiertan sonrisas en algunos de sus protagonistas.

 

PUNTO G – VIERNES 5 DE OCTUBRE – 21.30 – TEATRO VERDI CAÑADA DE GÓMEZ

ENTRADAS ADELANTADAS EN ESTACIÓN ESSO DEL CENTRO – PLATEAS $ 250 – PAALCO BAJO $ 200

Bertoglio y Salvetti, marca registrada en la tele de la ciudad 0 2149

Atardecía y el frío dejaba sus huellas en la ciudad. Faltaban cuarenta y ocho horas para el día del periodista. Todas las tardecitas en el local de fotografía que actualmente pertenece a Ariel Salvetti, dos hombres se sientan y ven pasar sus recuerdos como en el visor de una cámara filmadora. A veces en blanco y negro y otras veces a color, pero muy lentamente, recorren esa larga película que fue, y es, la de ambos.

Rubén Bertoglio nació en Carcarañá el 27 de noviembre de 1931, con sus ochenta y seis años, también se lo ve sentado en alguna mesa de café merendando en su soledad. Carlos Salvetti nació en Cañada de Gómez el 28 de noviembre de 1942, con sus setenta y cinco años todavía mata el vicio de las fotos colaborando con su hijo Ariel en su histórico local de calle Lavalle.

Bertoglio, apenas terminada la ‘colimba’ en el 11 de infantería en Rosario, comenzó sus estudios terciarios en el Instituto de Profesiones Técnicas, donde cursó durante tres años y serecibió de Técnico Fotográfico. Según nos relata Rubén, él tenía un laboratorio donde revelaba sus fotos particulares contando con mucho material bibliográfico sobre el tema y quizás por eso realizar esa carrera no le costó mucho.
A nuestra ciudad llegó finalizando 1957, y su entonces novia Maria Delia Masa, le avisó que la propiedad donde vivía y atendía el Dr. Sanz se estaba por desocupar, y allí podría poner su local comercial de fotografías. Recordemos que Sanz fue uno de los primeros médicos que trajo el equipamiento de Rayos X a Cañada de Gómez, siendo muy repentina su muerte quedando su viuda a cargo de la casona ubicada en Lavalle 907. Y hacia allí fue Rubén, que al consultarle si le alquilaba el local, la señora le respondió, “mire yo quiero cobrar de alquiler lo que se cobra de jubilación o pensión porque no tengo ninguna ayuda social.” Por aquel entonces existía una ley creada en el Justicialismo donde los alquileres tenían un tope que no superaban los cuatrocientos pesos, pero la jubilaciones era de dos mil doscientos pesos, o sea, cinco veces más de lo que valía en realidad.

La casa estaba bastante deteriorada, recordemos que era una propiedad construida hacia finales del Siglo XIX. Sobre esta situación Bertoglio recuerda, “cuando escuché esa cifra casi me muero, te imaginás que cuando se le conté a mi viejo, que me bancaba un poco en ese momento, él me dijo: loco, ¿tenés idea de cuánta guita es eso?”.
Pero no todo se complicaba, también aparecieron dos comerciantes, Moretti y Medina, para alquilar la casa ya que comenzaban a emprender un nuevo rubro. Ellos también se asustaron por el importe que la viuda pretendía, fue así que ella misma les tiró una idea, «hagan una cosa, la alquilan a medias y de esa manera es más accesible».
Fue así que Bertoglio y Moretti se sentaron a negociar qué parte quería ocupar cada uno, “y ahí el rengo Moretti se puso firme”, expresó Rubén, “él pretendía las dos habitaciones que daban a la calle para hacer la vidriera, y yo me tuve que quedar con la entrada del zaguán y las habitaciones traseras. Pero bueno, yo también quería tener una vidriera, así que tiré abajo el zaguán y armé una de cincuenta centímetros aproximadamente, y un metro más para pasar hacia el negocio.»

Sobre sus comienzos en la fotografía tuvo un encuentro con el párroco Padre Guillermo Martín, quién lo conocía de Carcarañá, en el que el sacerdote le expresó que no sacara tantas fotos, por el humo que dejaba el magnesio. Recordemos que en esos tiempos, unos ocho casamientos por fin de semana desfilaban en el pasillo central de la parroquia San Pedro. Entonces Bertoglio le manifiestó al cura que su cámara era eléctrica y que no iba a haber humo en la sala. Apareció entonces la astucia de Martín, quien al ver que el trabajo de este joven fotógrafo era diferente al resto, fue hasta su local y le dijo, “mire hijo, veo que usted está sacando muchas fotos en los casamientos sería bueno que pudiera colaborar con la parroquia, no se olvide de este curita…” Desde el 25 de mayo de 1958 cuando inauguró su local, Bertoglio fue uno de los tantos aportantes a las finanzas parroquiales.

Por su parte, la pasión de Carlos Salvetti por la fotografía nació en el viaje de estudios de quinto año, al conocer al fotógrafo carcarañense Selvaggio, posteriormente comenzó a estudiar Ciencias Económicas, pero también se hacía un tiempo para estudiar fotografía en Rosario. Antes del servicio militar, en el mismo lugar donde lo hiciera Bertoglio, decidió dejar sus estudios de contabilidad para inclinarse por la profesión en la que todos lo hemos conocido. Finalizando 1960 se propuso hacer click por primera vez en forma comercial.
Cuando estuvo bajo las órdenes del Ejército, aprovechó sus conocimientos técnicos para tomarse unos días cada tanto para sacar fotos y revelarlas. Las mismas incluían tanto las de carnet de sus compañeros como de las actividades que desarrollaban. “Desde adolescente practicaba en el Tiro Federal”, expresa Carlos, “y con dieciocho años me nombraron secretario del mismo, lo que me daba la posibilidad de hacer la colimba acá, pero laburé como loco, limpiaba los Mauser, pero eran súper exigentes y siempre el Viejo Carmacci encontraba algún defecto.”
“En un Chevrolet 36, que era de mi papá, íbamos a buscar las balas a Fray Luis Beltrán, veníamos al palo y si alguna chispa saltaba volábamos todos. Hasta que un día, al Tiro llegó una supuesta renuncia mía como armero, cosa que nunca existió y sí fue un acomodo de un carnicero de acá para poner a su hijo. Me querían llevar a Curuzú Cuatiá. Pero gracias a un pariente mío militar y Juvenal Funes, me alojaron en Rosario, pero me mandaron a la región V, nos tenían volando, se llamaba la Voladora donde iban los castigados» Cuando terminó el servicio, Carlos alquiló en calle Brown 977 donde estaba don Caligari y abrió su primer local de fotografías.

La primera experiencia de ambos fue cuando Bertoglio junto con Elmo Fernández, filmaban publicidades y eventos. Así que lo llamaron a Carlitos para que los ayude en una noche de trabajo bastante complicada, y fueron a una confitería a Las Parejas, donde Salvetti recuerda que «le pido la filmadora a Elmo, creo que era el año sesenta y cinco más o menos, y eran muy pocas las mujeres que usaban minifalda, entonces yo la veo y la filmo, la verdad es que era una bomba, como bailaba y seducía, y cuando se la muestran al dueño de la confitería éste dice: ésta es la que quiero para la promoción, entonces éstos dos dijeron ‘¡pero cómo hizo, nosotros filmamos dos o tres horas y éste en un minuto le acertó a la publicidad!… y ahí empecé a trabajar con ambos…» Y acá llegamos a un momento histórico en la ciudad, el día que Elmo Fernández y Rubén Bertoglio se animaron a hacer televisión en la Cañada del blanco y negro.

Fernández era corresponsal de los canales rosarinos, el encargado de filmar los acontecimientos más importantes que sucedían en la región, pero ese trabajo se revelaba en México, España o Panamá. La tarea completa llevaba aproximadamente un mes, o sea, cuando la noticia llegaba a Rosario ya estaba pasada en tiempo. Fue así que Fernández se enteró que Bertoglio hacía ese trabajo, y ahí nace el primer vínculo laboral de los dos. Cabe agregar que se conocieron a través de Maria Delia, novia de Rubén, que le enseñaba piano a Elmo y fue ella quién los acercó. El 9 de julio de 1969, se animaron y transmitieron en directo los desfiles patrios de ese día, naciendo así la televisión en Cañada de Gómez. Durante cuatro años, instalaron televisores en locales y bares de la ciudad donde en directo pasaron los eventos más destacados de esos tiempos. En los salones de exposiciones del Centro Económico las ferias y desfiles se podían disfrutar en directo a través de pequeñas pantallas. “Un día cayó a la estación de servicios del Elmo un viajante”, expresó Rubén, “y le dijo si no le interesaba comprar una filmadora marca Phillips que era igual a las que usaron los yanquis cuando llegaron a la Luna, y ahí se enganchó Elmo con el circuito cerrado. Entonces compramos varios televisores Phillips que venían desarmados y le encargamos a Hermes Navarro que los armara. La verdad la sensibilidad que tenían esas cámaras era similar a las digitales de ahora. Y así nació Telecanal 3 Telecañada.”

En 1974 Telecañada llega a su fin, las reglamentaciones vigentes, las exigencias político-partidarias, problemas personales de Elmo Fernández que debía hacerse cargo de la Estación de Servicio YPF, sumado a los costos, hicieron que ese proyecto descansara por un tiempo. En 1976 José Ramaciotti los llamó para que transmitieran los bailes en directo en cada lugar donde iban con Ronda Musical y todo su equipo. Cuando se jugó el Mundial de fútbol a la Argentina, llegó al país la televisión a color y los partidos se transmitían en los cines de Rosario. Allí Carlos Salvetti descubrió una forma de poder proyectar en los cines comerciales los trabajos que se filmaban. Fue así que se animaron con una Súper 8 familiar que tenía Salvetti y se podía filmar a color con calidad Kodak, naciendo el Noticiero Cinematográfico Regional con la nueva sociedad Bertoglio y Salvetti.
Llegaron a filmar quince rollos semanales, siendo uno de los mejores clientes del interior del país de la empresa. Cuando llegaba el material se compaginaba y Alcides Terráneo junto con Héctor Vale hacían la locución de los trabajos. El noticiero tuvo un éxito rotundo entrando en todos los cines comerciales de la zona. La inversión que hicieron en aquel entonces fue superior al millón seiscientos mil pesos, cuando adquirieron los proyectores para pasar el material en los salas.
El boom del Noticiero Regional llegó hasta 1982, cuando comenzaron a llegar las primeras cámaras de video. “Descubrimos que un hombre en Villa Eloísa tenía una y filmó un partido que le salió en blanco y negro”, relata Salvetti, “pero fue porque grabó mal. Así que fuimos de Lavini y le pedimos que trajera una en forma urgente. La primera filmación fue un partido en Bustinza entre Huracán y Newell´s.
Empezamos a grabar los partidos y después lo pasábamos en Zonda, con el sonido ambiente. Se juntaba una multitud a ver los partidos en el local de Santiago Delgrosso. Se cortaba la calle. Después fuimos al bar Zodíaco y también empezamos a pasar los encuentros. Fue un éxito, así que fuimos a las ligas de toda la zona, del sur santafesino y cordobés y les vendíamos los partidos. Llegamos a cobrar setecientos dólares cada match, y a juntar más de mil personas en los gimnasios de los clubes cuando los repetíamos, con cinco o más televisores transmitiendo al mismo tiempo. Héctor Vale se encargaba de vender a los clubes y a los bares, además de de ser el locutor y relataba, a veces acompañado de José Lapiuma”

En 1986, Bertoglio y Salvetti junto a una financiera local, fundaron el Cable Cañada Televisión, naciendo así la etapa más importante de la TV cañadense. De su ingenio nacieron el noticiero local Cablenoticias, Resumen Deportivo, Deporgol y Paqueterías. El primer conductor del noticiero fue Alfredo Santucho, pero también ocuparon y trabajaron en ese proyecto Marcelo Moyano, Roberto Bernasconi, José Lapiuma, Gustavo Aguilera, Uber Maccari, Miguel Gerván y Claudio Giolidoro. Sobre las historias de los conductores recuerdan que Moyano jugaba al rugby y un lunes no pudo hacerse el programa por la cantidad de curitas que tenía en la cara el conductor del programa.

Con todo el material que tenían ambos de las filmaciones sociales, decidieron hacer un programa, y Bertoglio recuerda que “apareció el Negro Bermúdez, que estaba haciendo un programa en Rosario con Pedro Oitana llamado Entre Amigos, y le tiró la idea de ser el locutor de ese proyecto, la idea era llamarlo Nuestra Sociedad pero Bermúdez nos dice, yo tengo otro nombre, Paqueterías, y en 1987 nace el programa con el Negro a la cabeza…” Cuando finalizaba el Siglo XX Bertoglio y Salvetti vendieron sus partes a la nueva empresa que tomó los destinos del Cable Local.

Al terminar la entrevista, una llamada telefónica nos silencia la noche, Pablo Bermúdez nos avisaba que su papá había fallecido. La muerte del Negro cae como un balde de agua fría. Los rostros de Rubén y Carlos me dicen que esta historia llega a su final. Había salido de gira su gran amigo, su compañero de ruta en miles de proyectos y sueños. Los pioneros de la TV perdían a uno de sus mejores exponentes. Seguramente el Negro Bermúdez ya estará en la misma mesa que Carlitos Faúl, Carlos Monchietti, Roberto Bernasconi, Elmo Fernández, Walter Gasparetti, David Castellán y otros tantos colegas que se hicieron inmortales a través de sus trabajos en los medios de comunicación. Y nosotros desde acá, tenemos que seguir pensando que la muerte cuando uno es joven significa naufragio pero cuando uno ha realizado y concretado en su extensa vida innumerables proyectos es llegar a puerto.

Que el testimonio de Rubén Bertoglio y Carlos Salvetti, pioneros de la TV Cañadense, sea un homenaje para aquellos hombres y mujeres que apostaron a dignificar los medios de comunicación de Cañada de Gómez. En ellos rindo mi homenaje y agradecimiento, que seguramente será el de toda la ciudad.

Pablo Di Tomaso

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