La irrupción del coronavirus hizo que el 19 de marzo de 2020, el Gobierno Nacional anunciara la medida de restricción conocida como Aspo (Aislamiento social preventivo y obligatorio), ocho días después que la Organización Mundial de la Salud confirmara la existencia de una pandemia.
Mientras se conocían las cifras de casos en China, primero, algunos países de Europa después, y EEUU, el interrogante con esperanza e ingenuidad era: ¿llegará a la Argentina?… algo que los expertos en infectología se cansaban de explicar que sería inevitable.
Cuando apareció el primer caso en el país, el de un viajero que regresó con la enfermedad a cuestas, supimos que otra historia comenzaba, y nos prendimos a los sitios que mostraban el ranking de contagios en el planeta, primero, a nuestras provincias después, y finalmente a Cañada de Gómez y la zona.
Los cañadenses, salvo los que realizaban actividades exceptuadas, nos acostumbramos a transitar un pequeño mundo en el que salir a la calle se asemejaba a una aventura que hasta ahora solo se veía en las películas.
Cambió de manera dramática la forma de comunicarnos con los demás: no besos ni abrazos a hijos, nietos o amigos, a quienes ni siquiera se podía pensar en darles la mano. Cada uno con su mate, la pibada en casa con las escuelas cerradas, cero boliches. Pagar un impuesto o cobrar un sueldo se convirtió en muchos casos en un proceso difícil de resolver. Plata?… tocar un cajero automático remitía a pensar que manoseábamos un artefacto radioactivo. Nada de fútbol, ni mirarlo por la tele ni jugarlo en la canchita.
Así, a los saltos, nos habituamos a caminar por el patio, leer en el celu, mirar series, hacer videollamadas. Esos dos o tres primeros meses llegaron a hacer pensar que una vida con ciertos cambios en hábitos de consumo, comportamientos, interacción entre semejantes, había llegado para quedarse.
Hoy, un año después, con 1600 contagios de Covid-19 reconocidos en la ciudad, y algunos más que nunca se deben haber detectado, la tragedia de la muerte por esa enfermedad de 50 vecinos y vecinas, amigos y amigas, aquélla esperanza de cambio, está por verse.
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