“Cuando el cura Armando Amiratti llegó a Cañada de Gómez todavía se rezaba en latín, recordaba uno de los hombres que jamás fue católico pero que puso el cuerpo como muchas y muchos para defenderlo cuando el arzobispo rosarino de entonces, Guillermo Bolatti y el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército decidieron su expulsión por considerarlo comunista. Cuenta el testigo que cierto grupo de vecinas y vecinos importantes de la parroquia le preguntaron qué regalo quería Amiratti para su cumpleaños. “Una bolsa de cincuenta kilogramos de azúcar y otra de cincuenta kilos de yerba”, fue la respuesta.
Aquel grupo selecto cañadense, acostumbrado a regalar hasta un automóvil a los sacerdotes, no entendió la petición pero saciaron. A los pocos días, Amiratti y varios pibes más, entre ellos el relator de la historia, fueron al barrio sur, la geografía que la riqueza acumulada de Cañada había elegido para destinar a las familias empobrecidas. Repartieron la totalidad de los regalos.
Tiempo después, otro de los agnósticos que se acercaron a la parroquia seducidos por aquella cristiandad de hechos concretos para transformar la vida de los crucificados, formó parte de un equipo de baby fútbol que se caracterizaba por su tosquedad. Como los primeros partidos perdieron por goleada, Amiratti les pidió que se juntaran con la muchachada del barrio sur. No solamente lograron un mejor equipo, ganar muchos partidos si no también, al día de la fecha, se hicieron amigos gracias a esas acciones del cura santo que terminó siendo amigo y confesor del pelado Enrique Angelelli.
Maravillas de la memoria popular escuchadas en la biblioteca Pizzurno de Cañada de Gómez en la fría noche del domingo 30 de junio de 2019, a medio siglo de la pueblada que forma parte de los azos del 69 pero que la historia escrita desde Buenos Aires ningunea con profunda injusticia.”