Las casi dos horas del artista frente al numeroso público, constituyeron un manual de cómo se construye la ligazón con la gente, que terminó bailando, cantando y coreando por bises.
Peteco arrancó tranquilo, un par de temas con guitarra, acompañado con una banda en las que abundan apellidos ilustres, como el de Carabajal –hija y un guitarrista-, y Farías Gómez –el bajo- , para pasar a empuñar el violín, con los que comenzó un set mucho más ajetreado, con numerosos jóvenes que se le animaron al baile.
Y así fueron desgranando temas inoxidables: Como Pájaros en el aire, Digo la mazamorra, Entre a mi pago sin golpear, y hasta Guerrillero santiagueño, el tema dedicado a Mario Roberto Santucho. En un momento, Peteco pidió que voces femeninas subieran al escenario, y varias aceptaron el convite, produciéndose uno de los hechos en los que el cantor interactuó con el público, como cuando casi al final del espectáculo, bajó con su violín y se mezcló con la gente.
Así Carabajal pasó por Cañada de Gómez, y como lo hace siempre, dejó algo que va bastante más allá de la música.
Fotografía: Damián Garmero