Dos casos, uno denunciado y con el imputado preso; el otro, en el que se apunta a un miembro ‘normal’ de la comunidad, pero cuyo rostro, para quienes no lo conocen personalmente, es mostrado profusamente en las redes sociales.
Ambos tienen una característica común: la cercanía, la familiaridad, la facilidad para acceder sin sospechas al objeto de la violación.
En el primero de los dos, publicado la semana anterior por este medio, un hombre joven –hecho denunciado ante la policía el 17 de julio, por la mamá de las víctimas- abusaba de tres nenas de 6, 7 y 11 años. En el proceso, también les habría mostrado películas pornográficas mientras las manoseaba. El presunto abusador es el tío de las víctimas, ya que es pareja de la hermana de la denunciante.
En el segundo caso, ése que aparece tras la confesión de una joven de 22 años a su terapeuta, un vecino de años la había violado cuando la chica tenía entre 9 y 10 años. Ahora, casi todo el mundo conoce el nombre el rostro del presunto autor, a través de la exposición en Facebook.
Cuando la policía recibe una denuncia de violación, aún cuando no se conozca al autor, la primera presunción apunta a personas que, por una u otra razón, están cerca de la víctima, ya sea por lazos familiares o por amistades cercanas.
En la vereda opuesta, en la semana que pasó, hubo un caso que por una rato consternó a la gente que fue testigo de la declaración de una jovencita, presa de una crisis nerviosa, acerca de que ‘alguien’ que pasaba la habría violado en la zona Este de la ciudad, dando incluso detalles de la vestimenta del sujeto. La chica fue llevada en ambulancia y se le practicó una revisión por parte del médico de la policía, resultando que la supuesta violación jamás había ocurrido.
¿Todos estos casos definen entonces que existe una sola veta en el tema de estos delitos aberrantes? No, alguien puede sufrir una violación en una circunstancia fortuita. Pero lo más común es que el violador conozca a la víctima, por alguno de los casos anteriormente descritos.
