La Navidad virtual 0 779

¡Parece que fue ayer!, repetía la vecina, nunca se borraban los recuerdos de la Navidad anterior, o quizás para nosotros era esa ansiedad que nos invadía…

Mi vieja desde temprano rezongaba con alegría: “¡Al final todos los años lo mismo, llegan todos a la hora de comer, el año que viene no me agarran más!”
Mi viejo, colgaba el espejito de plástico redondo (por ahí debe andar todavía) preparaba su máquina de afeitar, a veces con una hojita tiraba dos o tres afeitadas, pero ese día ponía una nueva; mientras se afeitaba daba las órdenes:

 

“Vos Roberto ándate con Manuel a lo del ruso a buscar el pino” –el ruso era un hombre muy bueno, vivía a dos cuadras, tenía un bosquecito hermoso, la gente del barrio le compraba un pedazo de pino-. Las bolitas y adornos quedaban de un año para el otro –había que tener cuidado con los picos ya que el alambre con el tiempo se oxidaba y al quitarlo se rompía porque era un material muy fino y se desintegraba fácilmente-.

 

Los amigos del barrio apenas se levantaban venían a casa, para ellos era todo un acontecimiento ayudarnos a armar el árbol, lo metíamos en un tacho de 20 litros y entre todos lo decorábamos, las lucecitas no existían, y si las había no las conocíamos.

 

Mí cuñado el Rolo caía a media tarde con una caja grande, ya todos sabíamos su contenido, llenas de bombitas de colores y portalámparas, armado con paciencia, fabricaba la tira larga de luces que a la noche iba a iluminar el arbolito.

 

Los regalos nunca faltaban, esas era una de las causas por las que eran famosas las fiestas, mis hermanos venían de Rosario y traían regalos para todos, fuegos artificiales y cohetes de todas clases – se imaginan lo que significaba para nosotros, que lo único que conocíamos era la cajita de cohetes-

 

Todo eso producía una alegría especial, se armaban las mesas largas; los grandes metían la bebida en el hielo, un poco en la pileta de lavar la ropa y otro poco en fuentones de chapa, tenían calculado todo, pero se veía que no eran buenos matemáticos, porque todos los años tipo 3 de la madrugada, salían a golpear las puertas de los negocios para seguirla hasta que salga el sol.

 

Mis hermanas tenían una pinta bárbara, o a lo mejor nosotros las veíamos así, sería por ese aire de ciudad que traían, esas pilchas…y siempre venían con alguna amiga que ni les cuento, pero éramos muy pibes, no llegábamos ni para el piropo, pero algunos grandecitos del barrio se arrimaban.

 

La comida, normal, mayonesa de ave y en vez de lechón, chivo ya que mi viejo tenía como cincuenta; también criaba patos, pollos, gansos, pavos (ahí me contagié yo) todos esos eran los que se podían comer, también teníamos zorros, Iguanas, un águila, perros, nutrias entre otros. Los pibes en la escuela me cargaban con el zoológico de mi viejo, ¡ah! y la burrita también era cargada.

Primero los regalos para todos los chicos del barrio –no pongo nombres para no olvidarme como se dice para quedar bien con todos- los que puedo nombrar son los más íntimos: Eduardo, Tucho (si nos habremos trenzado con el cobarde, tenía la costumbre de pegar y disparar), Omar “el loco”…no eran todos amigos ¡ojo! algunas amigas también; luego, el bailongo pero los pibes a la cama donde nos dormíamos pensando que al otro día disfrutaríamos del juguete.
Siempre para esta fecha te encontrás con alguien que te lo hace recordar: ¿Te acordás?..,¡¡Cómo no me voy a acordar!!

 

Después, murió mi viejo… lo que más recuerdo y me quedó grabado, fue la lona que poníamos como resguardo en el patio que también se uso en su velorio.

 

Fuimos creciendo, cambiamos de barrio y todo eso se fue perdiendo, mis hermanos con hijos grandes ya no la siguen, cada uno tiene su compromiso, ya no hace falta el pino del ruso, ahora lo compramos en “todo x dos pesos”, la mayoría tiene heladera gracias al voto cuota.

 

Hoy, tengo sobrinos nietos…algunos años intentamos juntarnos todos pero, son vanos deseos, mi vieja parece que todavía los vive porque todos los años sigue comprando el hielo para llenar el fuentón, la pileta aunque cada vez somos menos- parece como que quisiera atrapar el tiempo- y los pocos que estamos le seguimos el tren ya que nos gusta atrapar el tiempo.

 

La mayor sigue viniendo, mi cuñado “Rolo”, infaltable y los otros llaman para saludar y comentar que la pasan en una cantina “diente libre” por diez pesos o en sus casas comiendo una pizza “fono”, o los pollos y dos con una frita por trece pesos de la brasería de la vuelta …

Cada año que pasa nos alejamos más del festejo, parece como si no tuviéramos cara para recibirlo; es que nos han globalizado tanto que en cualquier momento la NAVIDAD va a venir en un CD , donde se podrá disfrutar de la fiesta dentro de un casco de realidad virtual…¡¡ Cuanto te extraño pino del ruso!!….

 

Ruben Eduardo Kelo Moreno
Escrito en la Navidad del ‘98

 

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