Hoy, se cumplen 36 años de aquel golpe militar más cruento de la historia argentina donde secuestraron, torturaron y desaparecieron a 30 mil seres que bregaban por un país mejor; estamos convencidos de que la historia hubiese sido diferente si a aquellos compañeros no les hubieran cortado las alas; los familiares y los sobrevivientes de las garras de los genocidas lucharon durante muchos años pidiendo juicio y castigo, hasta que lograron ser escuchados, aunque muchos ya no están para ver como esos asesinos son juzgados en los distintos Tribunales Federales del País.
El 24 de marzo de 1976 fue una fecha clave en el camino a la violación de los derechos humanos; cada año nos volvemos a encontrar para mantener viva la memoria, para continuar militando por la verdad y la justicia.
En estos últimos años, la política de derechos humanos se instalo con fuerza en la agenda mediática y de la política en general, debido a la persistente lucha de los distintos organismos de defensa de los mismos y a un gobierno que le presta la oreja y sabe intervenir para sacar rédito de ello. Por eso creemos necesario volver a aclarar que los derechos humanos no se agotan en el pasado. Es allí donde empiezan y se acumulan en la memoria histórica para que hoy aprendamos a seguir defendiéndolos.
Reconocemos que se avanzo con medidas importantes como la derogación de las leyes de obediencia debida, punto final y la inconstitucionalidad del indulto, resaltar la importancia de la política, y condenar públicamente a los máximos referentes de la represión ilegal. Pero, tengamos en cuenta que queda mucho por hacer para lograr justicia con los hechos del pasado; rechazamos rotundamente las medidas que demuestran una continuidad de la vieja política como la recientemente aprobada ley antiterrorista aplicada para el control social y avanzar sobre la criminalización de la protesta o el controvertido proyecto X que ha puesto en marcha la Gendarmería Nacional con prácticas de espionaje a dirigentes políticos y sociales, y las más inapelables: Julio López, Silvia Suppo, Mariano Ferreyra, y los trabajadores y activistas perseguidos además de todos los muertos por la misma bala policial de la democracia que siguen sin justicia.
La falta de control estatal sobre las actividades de algunos empresarios de los servicios públicos, generalmente amigos que conviven desde hace rato con el estado, son otra forma no tan directa de generar muertes como la del “accidente” ferroviario de Once.
No podemos dejar de mencionar en este documento el grave problema de salud social que atraviesa la sociedad argentina con el tema de adicciones entrando en la vida de adolescentes y jóvenes convirtiéndolos en rehenes de un sistema mafioso sin retorno; que esta nueva enfermedad social no sea la forma post moderna de dejarnos sin futuro otra vez, descartando a estas nuevas generaciones, anulando toda capacidad de reacción ante las injusticias, inmersos en un mundo de violencia sometidos al consumo matándose entre ellos y cercenando sus capacidades para un futuro distinto.
Percibimos el autismo de nuestros gobernantes ante la falta de proyectos políticos de inclusión e igualdad de posibilidades, ante esto, decimos que la frialdad no es un buen síntoma para una sociedad que se cree inmune a este flagelo que el sistema induce.
En los 70 los representantes del poder condensado en esa complicidad entre empresarios, políticos y militares, asesinaron, torturaron y desaparecieron también a vecinos de nuestra ciudad. Hoy ya no existe el partido militar. Pero los miembros de la sociedad civil que colaboraron con el golpe, demostraron que ya no los necesitan y han sabido tejer nuevas redes de poder con los gobiernos democráticos para que sus negocios no corran riesgos. Bajo este nuevo acuerdo social, hoy en nuestra ciudad nos volvemos a encontrar con casos de muertes impunes, abusos de las fuerzas policiales, distintas formas de censuras. En algunos casos como practicas residuales de aquellos años y en otros directamente como política de estado. Tan graves, tanto a unas como a otras, debemos comprometernos como sociedad, en ir desterrándolas día a día. Para nosotros deben ser 36 años de experiencia en organización para la construcción de poder popular.
En este sentido, nos sentimos optimistas. Y es por eso que este espacio, que está cumpliendo 10 años y nace desde el dolor, como un parto, lleva el nombre de PLAZA DE LA VIDA.
Porque la memoria, la lucha, la justicia, los muertos y desaparecidos son para honrar la vida.
ADRIANA DIEZ, DANUTA GORAJEK, PAOLA GALEANO, VERONICA GONZALEZ, HERNAN SARMIENTO, RUBEN MORENO, HERNAN ABRATE, MAURICIO COCHIARELA
Foto: David Castellan