Finalmente, se produjo la llegada a la ciudad de Oscar Serrano y su Big Band, actuación que se palpitaba desde hacía varios meses y que finalmente se concretó en la noche del martes. La ansiedad por verlo se acrecentaba ante el rumor de que podía ser la última, ya que se iría a radicar a Europa.
La gran afluencia público que se esperaba había quedado asegurada ya que las localidades se habían agotado pocas horas después de que se abriera la entrega.
A la presentación no le faltó nada: sonido y voces afiatados, y melodías familiares a los oídos, la mayoría consideradas clásicos por los amantes del jazz de las grandes bandas, producto del arte de músicos del calibre de Goodman, James, Dorsey, Basie, Duke Elllington, Shaw y Armstrong, entre otros que marcaron varias décadas de auge del género. Las ovaciones del final marcaron el agradecimiento de la gente reunida en el teatro a ver y escuchar a este hijo de la ciudad, que no defraudó las expectativas.