El tránsito en Cañada de Gómez es caótico: existe un elevado número de vehículos por habitante, la conducción suele ser imprudente, y el control por parte de los inspectores municipales se hace a través de operativos, con las limitaciones propias de esa modalidad.
Es por eso que el exceso de velocidad, el poco respeto por los semáforos, el mal estacionamiento, la existencia de coches que cuesta pensar que estén autorizados a circular por su evidente estado de deterioro, son algunos de los condimentos que alimentan la aseveración de que nuestro tránsito está en estado de emergencia.
El de las motos es un caso aparte. Son miles, y quienes las conducen suelen ser temerarios: conducen a alta velocidad, le gambetean al casco todas las veces que pueden, en muchos casos viajan familias de tres o cuatro miembros en asientos de cincuenta centímetros, andan a contramano o por las veredas. A pesar de que están prohibidos, los pibes y pibas de familias acomodadas no se privan de andar en cuatriciclos, y en los últimos tiempos ha surgido una nueva vedette: la moto con escape modificado, a fin de lograr que produzcan explosiones que son de lo más molesto que se consigue para perturbar a una sociedad ya de por sí crispada.
Desde el 7 de enero de 2013, cuando se reportó oficialmente a la policía el primer accidente del año en las calles cañadenses, se produjeron once accidentes en los que participaron motocicletas, con dieciocho lesionados, cuatro de ellos graves. De aquel total, nueve fueron de sexo femenino y un número similar masculino. La cifra no refleja el total de choques, puesto que muchos no se denunciaron y la policía no intervino, por lo que no figuran en la estadística.
Hubo algunos otros, pocos, en los que chocaron dos autos entre sí. En el resto, participó al menos una moto. Ver gente de toda edad con una muleta y lesiones en las piernas se ha tornado un paisaje habitual en los sanatorios y sus inmediaciones. Y la estadística parece en vías de engrosarse.
Redacción: Roberto Larocca | Fotografía: Archivo Otrodia.com