Camila tiene 26 años, y a mediados del año anterior inició una relación con un joven de 28, quien, dice, casi de inmediato mostró su arista violenta hacia ella. Como en tantos casos, el vaivén entre agresión, muestras de arrepentimiento del violento y vuelta a empezar, constituyen el sometimiento ya instalado de la víctima hacia su victimario.
Ambos residían en la ciudad de él, San José de la Esquina, donde transcurrió la primera parte de este drama. Camila describió como un infierno el período compartido, que con el paso del tiempo se fue agravando. “Siempre estuvieron los insultos, los apretones de brazo fuerte, y en cuanto yo me alejaba, él me amenazaba con que iba a matarse”, contó. “Siempre tenía que hacer lo que él quería”, agregó, en una nota publicada por el portal de Crónica.
En septiembre de 2021 ella se enteró que estaba embarazada, y su ahora ex pareja pareció aceptar la situación. Sin embargo, el modus vivendi de violencia no se alteró, y en marzo de este año ella perdió el embarazo, debido, sostiene, a la angustia permanente y las agresiones recibidas.
La relación continuaba por el temor de la víctima a represalias aún peores. “Me amenazaba” -dice Camila- “con matar a mi mamá, mi papá, mi hermana y hasta a mi perro Tokio.” Finalmente, el pasado 20 de julio se desencadenaron los hechos que hicieron que Camila pusiera fin a la relación. En esa fecha, la joven pretendía venir a festejar junto a sus amigas a Cañada el día del amigo, a lo que Gian Franco se negó, dando comienzo a una escalada de agresiones que incluyó una violación bajo amenaza de un arma de fuego, golpes, cortaduras con un vidrio (foto), lo que continuó al día siguiente, con la intervención actos violentos en los que, relata Camila, participó la propia madre del agresor.
“La discusión comenzó cerca del mediodía, porque yo, por tener bronquitis, no quería comer, y ahí empezó a ponerse violento y a tirar todo lo que se le cruzaba, hasta que se cansó y se acostó a dormir la siesta. Entonces le pedí que se retire del departamento que compartíamos hace diez días, lo que ya era una tortura”, relató Camila
“Como no se iba le tiro su ropa y zapatillas para que salga del departamento y al contrario, empezó a insultarme y a pegarme a lo por lo que llamé a su mamá para que lo saque de allí, y comenzó a pegarme ella también. Logré escaparme corriendo, mientras me amenazaban con un arma calibre 22, propiedad de mi ex pareja”.
La joven realizó la denuncia en la comisaría de San José de la Esquina, pero, aunque se dictó una medida de restricción perimetral, rápidamente advirtió que la relación de la familia de Gian Franco con las instituciones de esa ciudad, harían difícil la obtención de seguridad. “Recibí violencia institucional, sin dudas, me negaron la copia de la denuncia y me sentí amenazada” afirma.
Luego de estos episodios, la familia de Camila la fue a buscar, y regresó a Cañada de Gómez, en busca de escapar del peligro que representa una persona violenta rondando permanentemente. Sin embargo, la esperanza se esfumó rápidamente, ya que detectaron que por las calles cañadenses transitaba, en los últimos días, el Chevrolet Onix de color blanco perteneciente al agresor. “No aguanto más -desespera Camila- “este psicópata que me agredió y violó está violando las restricciones y nadie hace absolutamente nada, ni hablemos de la violencia institucional recibida. Yo con miedo y él en la calle. Pareciera que están esperando a que me mate”.
