Punto G derramó sobre su público, ése que acudió el domingo a la noche al Teatro Cervantes, un puñado de canciones, algunas de ellas icónicas, pero con una propuesta que eludió el camino más transitado. En cambio, el paso del tiempo dio a esos temas el mismo corazón, aunque con otra apariencia. El grupo apareció sólido y compacto, produjo versiones diferentes de algunos de los títulos que todos fueron a buscar, aunque la sustancia siguió siendo la misma.
Los G, Coki en guitarra acústica, Carlos Verdichio (bajo), Rubén Carreras y Ricardo Vilaseca (teclados), Juan Albertengo, más la actuación como invitados, en un tema cada uno, de Luchi Giorgis y Gustavo Sampaolesi (guitarras), dieron una muestra de vigencia musical que se agrega a la empatía y complicidad que surge de un público que rescata además una historia, la de unos pibes de Cañada que surgieron como un cohete, ganaron certámenes, grabaron en discográficas importantes, sufrieron los embates de la frágil economía de su época (como se relata en el libro de Diego Giordano), y siguieron su camino.
Sobre la presentación del libro
En la previa al concierto de la banda, el autor del libro Los Trenes ya no vuelven más, Diego Giordano, dialogó con Ezequiel Píccoli, charla a lo largo de la cual el escritor y periodista fue enumerando las distintas facetas que llevaron a la concreción de la obra.
Sobre el momento histórico de la irrupción de Punto G en la escena musical rosarina, analizó: “En ese momento, si ponemos como ejemplo a Duran Duran, los grupos locales trataban de emular ese sonido, que emanaba de un cierto tipo de instrumentos, teclados y sintetizadores, batería electrónica, pero muy pocos tenían el dinero para comprarlos. Aquéllos, la gran mayoría, que nunca podrían acceder a ese equipamiento, procuraban de todas semejarse lo más posible.
Ahí apareció Punto G, sin intentar parecerse a esas bandas, lo que lo constituyó en un referente y un punto de partida para muchas otras.”
Foto: Mary Sampaolesi