El hallazgo arqueológico se produjo el pasado 4 de junio, cuando los operarios que excavaban una zanja para colocar caños de desagüe en la vecina localidad se toparon con restos que sospecharon no eran de un animal actual, por lo que dieron aviso a las autoridades.
En este caso se halló parte del caparazón y un diente, que de acuerdo a la ley nacional nro. 25743/03, que es la que se aplica en Santa Fe, el hallazgo arqueológico permanecerá en la localidad donde se halló, para ser expuesta allí.
Precisamente en Correa se inaugurará próximamente un museo, en el complejo municipal de Villa Angela, adonde recalarán los restos hallados ahora.
Sobre el gliptodonte
Es un gran mamífero acorazado perteneciente a la subfamilia Glyptodontinae, emparentada con los armadillos. Son animales que vivieron durante el Pleistoceno (época geológica, primera de la era del Cuaternario). Con su caparazón óseo redondeado y extremidades agazapadas, recuerda superficialmente a las tortugas, y a los dinosaurios anquilosaurios: un ejemplo de la convergencia evolutiva de linajes distantes hacia formas similares.
Los gliptodontes adultos medían en promedio unos 3.3 metros de longitud y alcanzaban 1.5 metro de altura. Y pesaban más de dos toneladas.
El rasgo anatómico más distintivo de los gliptodontes –y del resto de armadillos gigantes– es su enorme caparazón defensivo compuesto por gruesas placas óseas formando patrones diferentes según la especie. Esta coraza era muy resistente y era capaz de soportar mordidas de tigres “diente de sable” y lobos gigantes.
El caparazón estaba cubierto por más de mil placas óseas de 2.5 cm de grosor: los osteodermos. Cada especie de gliptodonte tenía su patrón y forma del caparazón. Con esta protección, se encontraban resguardados como las tortugas. Pero, a diferencia de la mayoría de estos reptiles, no podían recoger hacia adentro su cabeza. En cambio, tenían un escudo óseo sobre la parte superior del cráneo. Incluso la cola de gliptodonte poseía anillos de hueso para protegerse.
Fuente: elciudadanoweb.com