Por Ruben Eduardo Kelo Moreno
UN ABRAZO MILITANTE
Hoy es un día muy triste en mi militancia, siento un profundo dolor difícil de expresar, mi historia con él arranca en aquellos años 70, en los que si bien yo participaba en espacios de izquierda con el gran amigo (hermano) Gustavo, hijo de Aldo, un histórico del peronismo, como dirían en las choripaneadas de las básicas, eso hacía que participara en sus campañas internas complicadas y realmente partidas.
Entonces aparece un joven abogado en la escena política , y se preguntaban ¿quién es ese Albertengo que nombran tanto, lo conocés?. Si lo veo sí, pero no me doy cuenta decían en el los barrio. El Quique, respondían, en esos sonoros actos públicos de campaña con palcos, donde era un orgullo estar.
Recuerdo esa asamblea donde faltaba el aire de la cantidad de militantes. Fue en el edificio donde actualmente está la Terminal de ómnibus. Entonces nacía un dirigente que iba a marcar mucho la política peronista de Iriondo: Jorge Omar Albertengo, quien ganó las elecciones con la fusta bajo el brazo.
El contaba siempre con orgullo que cuando llegó el golpe del 76 le revisaron todos los papeles, pero su honestidad era más fuerte, lo que está guardado en un acta que apareció hace un par de años, en la que consta su prolijidad política.
En el 82 vuelve a florecer la militancia reprimida durante tantos años de dictadura, se formaron las juventudes políticas. Me incorporé a la JP (a una de tantas), vuelve el Quique a la Intendencia, siempre recordada su gestión por la cantidad de obras.
Fui su cuestionador, ja, largas discusiones en las que se paraba y discutía y respondía, uno viajaba y cuando decía que era de Cañada y se encontraba con algún compa decían: Ah, de los pagos de Albertengo, ¡qué dirigente el Quique!
Ese respeto hizo que dejara tanto para la ciudad, quien le iba a decir que no, realmente es tan difícil no sentir este dolor con tantas enseñanzas. Hoy con el tiempo entiendo su ideal, su claridad en cada crisis, hacía el seguimiento de toda la política con un sentido de ubicación, hoy uno ve que no estaba equivocado, le tocó luchar con la enfermedad -que lo último que mata es el cerebro- y se la peleó lindo; me decía uno de sus hijos “Al Quique le haría falta un cuerpo joven porque su cerebro está intacto”
Querido compañero Quique Albertengo, sólo quiero darte un fuerte abrazo militante y decirte que llevaré siempre vivo en mi corazón tu frase: “Estamos todos locos, cuándo vamos a entender que la que manda es la política, lo otro no solucionará los problemas de la gente, descubrirás la razón de la vida y de la muerte, los buenos políticos nunca mueren, siguen militando donde están ausentes las necesidades”
La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio.
CAMILO JOSÉ CELA