Sobre el ‘78 sabemos todo. Fue el primer campeonato mundial obtenido por Argentina, se jugó aquí mismo, y se festejó como locos en la ‘isla fútbol’ rodeada de silencio y muerte.
Rosario fue subsede; recuerdo haber visto, parado en la puerta del hotel Palace de Corrientes y Córdoba, al gigantesco arquero polaco Tomasewski que se alojaba allí junto a su delegación. Un amigo con el que caminaba se paró y en modo pretendidamente gracioso le mandó un par de obscenidades disfrazadas de preguntas. El polaco le sonreía y yo me quería morir.
Otro amigo cañadense que vivía en Rosario, emprendió quizás el único trabajo que encaró en su vida: compró un rollo de nylon con el color de la bandera, cortaba los trozos y armaba banderitas argentinas que mandaba a vender a la cancha a unos pibes.
Pasó la dura clasificación, el 6-0 a Perú con los tres comandantes-dictadores en la tribuna, la final 3-1 a Holanda, y el festejo en la vuelta del perro en Cañada, una marea humana que se sacó las ganas de gritar por algo.
En el ´82 se jugó con la base del equipo campeón mundial más los refuerzos de varios que habían sido campeones juveniles, Maradona y Ramón Díaz entre ellos. Una fórmula segura para el éxito, que como suele ocurrir, hizo agua y entonces nos ganaron brasileños e italianos.
Ni esa alegría, en medio del drama de la guerra en Malvinas. Argentina debutó el 13 de junio, cuando perdió 1 a o con Bélgica, un día antes de la rendición de las tropas en Puerto Argentino. En el segundo encuentro goleó a Hungría 4-1, un día después de la renuncia de Galtieri a la presidencia de facto.
El fútbol suele seguir como si nada, ajeno a los dramas nacionales, aquí y en cualquier lugar del mundo. Y parece que así será siempre.
Foto: El Gráfico