A 60 años de la Masacre de Plaza de Mayo 0 1280

Aldo Casenove, cañadense por adopción, rememora su historia ese día de 1955, cuando revistaba en el regimiento de Granaderos, formaba parte de la guardia de la Casa de Gobierno, y el ataque aéreo contra la Plaza y la Rosada produjo una matanza, entre ellos a nueve de sus camaradas.

ALDO, EL GRANADERO DE PERÓN  – Por Pablo Di tomaso

Aunque es nacido en la pequeña localidad de Sastre, en el oeste santafesino, Aldo Casenove es un cañadense más entre nosotros. Este hombre que a lo largo de su vida le dedicó mucho de sus momentos a trabajar en distintas instituciones tiene un pasado que muy pocos conocemos y es que en sus años juveniles hizo la recordada colimba en el Regimiento de Granaderos a Caballos.
En los primeros días de febrero del ´55, Aldo se dirigió hacia la ciudad de Rafaela donde estaba la sede del Distrito Militar Nº 37 sin saber que le deparaba el destino. Era un joven de 20 años que había sido sorteado para realizar el Servicio Obligatorio. Una vez que se reunieron allí, los Jefes trataban de distribuir a los flamantes soldados en distinto puntos del país. Buenos Aires fue el destino de Aldo y por su altura tuvo el honor de integran aquel Regimiento que fundó el Padre de la Patria y que junto a él independizó a nuestra América del Sur. “La verdad estaba contento porque tenía familiares en Capital y los podía ir a visitar en caso de poder salir, a mis padres le pude avisar a los pocos días cuando tuve un tiempo para escribirle”, expresó Casenove. Y hasta allí fue, con un pequeño bolso llegaron miles desde el interior para sumarse al Regimiento que se encuentra en el barrio de Palermo.

No era fácil hacer el Servicio en esos tiempos, Casonove recuerda que “a veces apenas terminábamos de comer y nos hacían salir a correr por el patio en pleno invierno, era una locura.” Pero lo más emotivo de ese año fueron las guardias de honor que son exclusivas de los soldados sanmartinianos. “Varias veces me tocó recibir al presidente Perón, siempre llegaba a las 6,20 de la mañana. Al entrar además de hacer el saludo oficial, era un tipo que venía nos abrazaba y nos daba la mano. Era imposible no quererlo.” Con estas palabras Casenove recuerda a la figura del líder justicialista. Otro recuerdo es cuando le tocaba estar de guardia en la residencia presidencial, que por aquel entonces era el Palacio Unzué, ubicado por calle Austria y Av. Libertador. “Cuando nos tocaba ir a la residencia era un privilegio, Perón salía a caminar por el patio compartía charlas con nosotros, nos brindaba una buena alimentación… Era como estar en casa!!!”

Pero no todo fue sencillo en ese año. Ese 16 de junio de 1955 el General Perón llegó a Casa Rosada como de costumbre, apenas ingresó a su despacho el director de la SIDE, general de brigada Carlos Benito Jáuregui le anotició de las informaciones que los espías brindaban, las mismas no eran buenas. Perón trató de no desviar su jornada ya que ese día debía ir el embajador de los Estados Unidos Albert Nufer. La reunión se pudo concretar, pero a media mañana la misma se ve interrumpida por un alerta del Ministro Lucero avisando a Perón que el desfile de la Fuerza Área iba a ser utilizado para bombardear Casa de Gobierno. Lucero convence a Perón que se retire hacia el Ministerio de Guerra, por un túnel que los conectaba cruzando Paseo Colón. Esa mañana Aldo Casenove estaba ubicado en Casa Rosada, su turno finalizaba a las 12,30 del mediodía. “Nosotros en el Regimiento teníamos rumores del malestar hacia Perón, pero eran rumores”, expresa Casenove. Al llegar el cambio de guardia, Aldo y sus compañeros fueron trasladados hacia el Regimiento a unas veinte cuadras de la sede gubernamental. A los pocos minutos comenzó la masacre. Los Avro Lincoln y Catalinas de la escuadrilla de patrulleros Espora de la Aviación Naval, coordinados por el almirante Samuel Toranzo Calderón y comandados por el capitán de navío Enrique Noriega empezaron a bombardear sus objetivos. El plan era el siguiente, primero hacer volar la Casa de Gobierno, donde se presumía estaría el presidente y después continuar por los edificios públicos y emisoras radiales. Acompañados de levantamientos en Entre Ríos, Córdoba y Puerto Belgrano. Los aviones atacantes llevaban pintadas en sus colas una “V” y una cruz, que señalaban “Cristo Vence”. Las primeras bombas cayeron a metros de la Pirámide de Mayo, sobre la Casa Rosada 29 más de entre cincuenta y cien kilos cada una, la destruyeron en gran parte y otras tantas asesinaron a cientos y cientos de argentinos.

“Cuando llegamos al cuartel”, recuerdo Casenove, “veíamos como pasaban los aviones y se escuchaban los estruendos de las bombas. No sabíamos que iba a pasar con nosotros. Adelante nuestro pasaban camiones lleno de obreros que se dirigían hacia Plaza de Mayo a defender a Perón, fue una masacre, de terror, fue horrible ver como se mataban entre argentinos. Al llegar la noche se largó una fuerte lluvia, creo que fue una señal para lavar tanta sangre derramada.” Con la voz entrecortada por la emoción y los recuerdos, Aldo recuerda que una parte del Ejército desconfiaba de los Granaderos por considerarlos leales a Perón. “Nos sacaron la guardia, vinieron la Aerotransportadora de Córdoba. Fue muy duro esos días, nueve de nosotros murieron injustamente. Después del golpe de septiembre se decía que nos mandaban castigados a San Martín de los Andes. Fueron momentos difíciles, estuvimos mucho tiempo a oscuras en el cuartel, no sabíamos en que momento nos iban a atacar”, así describe Aldo los momentos posteriores a la masacre, “por el hecho de ser la guardia de honor nos tenían amenazados, esos meses hasta septiembre no dormíamos pensando que nos podía tocar a nosotros un ataque. Me acuerdo cuando destruyeron la sede de la Alianza Libertadora Nacionalista donde estaba Guillermo Patricio Kelly, se empezaron a sentir cañonazos, y a las horas cayó detenido a nuestro cuartel el mismo Kelly. Nosotros debíamos cuidarlo en su celda, otro que también estuvo detenido por ahí fue Jorge Antonio pero todo esto fue después del golpe a Perón.”

Quizás la historia más triste fue la de su familia, que a cientos de kilómetros no sabían que había pasado con el joven soldado. Su hermana viajando en tren, ve a un señor que estaba sentado al lado leyendo un diario donde decía que a raíz del bombardeo a la Casa Rosada habían muerto algunos granaderos. La desesperación hizo que le escribieran a Aldo para ver si existían noticias de él. Consiguió una autorización para estar siete días con su familia, el viaje fue interminable, no sabía porqué lo habían mandado a llamar desde su querido Sastre. Pensaba en su madre. Al llegar a Las Rosas, uno de sus hermanos que era el Jefe de la Estación lo recibe y le tranquiliza diciendo que su madre se encuentra bien, sólo que quería verlo porque no sabía nada de su hijo después de aquella tragedia. Al llegar a su pueblo, vecinos y niños lo recibieron sorprendidos. Nunca habían visto a un Granadero caminando tan cerca. Vestido con su traje de gala caminó desde la Estación hacia su casa, donde se unió a su madre en un eterno abrazo.

El 13 de febrero de 1956 fue dado de alta en el Servicio Militar Obligatorio, al poco tiempo se vino a vivir a Cañada de Gómez, ciudad que lo adoptó y formó su familia. Esta es la historia de un hombre que conoció a tres presidentes Perón, Leonardi y Aramburu. Pero además tuvo de jefe a Alejandro Agustín Lanusse, quién fuera presidente de facto entre 1971 y 1973. Por eso amigo, cuando lo vea a don Aldo, recuerde que frente a usted lo tiene al “Granadero de Perón”.

 

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Y la banda sigue tocando 0 15359

La charla con Carlos Verdicchio y Rubén Carrera discurre por los comienzos del camino de los G. “Una historia de derrotas y fracasos”, bromea Rubén, refiriendo a esos tiempos en los que apenas pasaban los 20 años de edad.
-No teníamos dimensión de lo que hacíamos –cuenta Carlitos- entre charlas delirantes, sin conciencia de hacer una carrera mediana en la música, nada de eso.

“Delirábamos y salía todo lo contrario” se ríe y apunta Carrera.

En el ’88 aparece la posibilidad de intervenir en el Pre Chateau de Rosario, un festival eliminatorio cuyo ganador tocaría en la entonces meca festivalera del rock argentino, el Chateau Rock que se realizaba en el estadio mundialista cordobés.

Y a Rosario fueron los G.

Carlos Verdicchio: -Aunque ya habíamos tocado algunas veces en Rosario, fueron en lugares pequeños, nada a la escala del anfiteatro, con diez mil personas, producción.
Rubén Carreras –Era casi una excusa para tocar en Rosario, pocas bandas de Cañada lo hacían, ¡y en dos días habíamos ganado! Con eso lográbamos actuar en vivo en el Chateau, y además el premio incluía grabar un disco.
CV :- El triunfo nos permitió lograr conexiones, amigos que eran músicos o periodistas, y difundían lo nuestro, y de esa manera alguno le acercó a Fito Páez algo de lo que teníamos grabado, y le gustó. Sonábamos distinto a los que se escuchaba entonces, también las letras, incluso nuestra actitud. Así que nos acercó la propuesta de participar en la producción del disco.
RC: -Otra de las características de entonces era la cantidad de horas que ensayábamos. Era tocar y tocar, viajar a Rosario todos los días, a veces a dedo.

Llegó la propuesta de Fito, y sin pensarlo dos veces la banda partió rauda en el Urquiza, a Buenos aires y el estudio que el músico tenía en Caballito. Allí no sólo alternaban con Páez, o Fabiana Cantilo, sino que una cantidad de músicos pasaban a diario por allí.

CV: -Era un sueño estar en ese lugar, en contacto con una personalidad como ésa, Tweety González era el operador.
RC: – Fue como una bomba atómica sobre nuestras cabezas, rodeados de músicos conocidos, qué se yo, Guillermo Vadalá estaba allí, mirando, y tantos otros. Además, dormíamos en el mismo estudio, era el ’88, una época tremenda de crisis, en ese entonces se cortaba la luz cada tres horas y volvía a funcionar otras tres, así continuamente. Entonces debíamos aprovecharlas, pr ejemplo grabábamos un domingo a las 8, le pegábamos hasta las 11 y entonces… corte de luz. Tres horas charlando solamente, sin hacer otra cosa porque no teníamos un mango.
CV: -Un calor infernal, el aire era irrespirable.
RC: Teníamos el modo “morfargo”, porque con el Tato comíamos ese pan y ninguna otra cosa
“La inflación fue el ángel de la guarda en toda nuestra carrera” agrega Carlitos.

En el 91 salió el segundo disco, de producción propia. En ese momento arrancó con fuerza el formato CD, y en poco tiempo todo se grababa en esa condición. “Y nosotros salimos contentos con nuestro vinilo debajo del brazo” se lamenta Carlitos. “Lo vendían con los del Trío Los Panchos y Música en Libertad” bromea el bajista.
“Hoy hubiésemos vendido cualquier cantidad en vinilo” agrega Carrera “pero entonces…”

CV: En el 93 salió el tercero de los álbumes, ése lo grabamos en Alfa Centauro, pero con una discográfica detrás. Incluía nuevas versiones de algún tema del primero, como Cae lenta.
Un año después dejamos de tocar

 

Cada uno siguió distintos derroteros, tanto en lo personal como en lo musical. ¿Cómo comenzó la nueva parte de la historia que desemboca en este aniversario?

RC: -Con mayor o menor presencia, como Coky que tenía su grupo, todos seguimos tocando. A veces nos invitaban como grupo, Coky lo hacía, en el 2000 tocamos en La Rockería, hasta que hace dos años, cuando se festejaron los 50 años del rock de Rosario ahí también nos invitaron, ¡y a cerrar las jornadas!.
CV: -Fue entonces cuando caímos en la cuenta que eso no era joda, teníamos que ensayar en serio. Además teníamos dudas, sobre cómo nos iban a recibir, qué onda había ahora.
RC: -En el primer ensayo ninguno hablaba una palabra, pero fue mágico, como si nunca hubiésemos dejado de tocar, estuvo bueno la pasamos bien.
CV: es que desde el punto de vista musical, humano también, la cosa se complica, somos grandes, con nuestras mañas…

No todos evolucionan de la misma manera…

CV: Esa es la conclusión: que ninguno de nosotros maduró!… (risas).
RC: En fin, el recital estuvo bueno, la gente respondió, y entonces comenzaron a llamarnos para tocar, cada vez más seguido. Fue entonces que un día Coky dijo: Viejo, esto es trabajo!.. entonces vamos a trabajar!…
CV: Ahora ensayamos, tenemos la ventaja que Juan (Albertengo, el batero de la banda. N de la R.) y el Vila regentean un estudio de ensayo, que es el viejo Alfa Centauro, un lugar hermoso, con todas las comodidades para la tarea, buenos equipos, con cabinas, todo suena perfecto, muy bueno para ensayar.

RC: Para lo de este viernes, tenemos que agradecer un montón a mucha gente. A la Muni, a quien acudimos como punto de partida, pero también a los que se van a ocupar de la parte técnica de los distintos aspectos que se englobarán esa noche. Van a estar Walter Crola, Daniel Ferrero, Carlitos Herrera, entre muchos otros. Y la gente que nos siguió y se acuerda.

Este viernes, Punto G va a tocar el primero de sus álbumes completo, del que se cumplen 30 años de su grabación, en el orden en el que aparecen los temas. Habrá un breve intervalo, y continuarán con una selección de temas de los otros dos discos, un total de algo más de dos horas de actuación.
Resumidos, más de treinta años de una feliz historia de derrotas y fracasos, los que hoy despiertan sonrisas en algunos de sus protagonistas.

 

PUNTO G – VIERNES 5 DE OCTUBRE – 21.30 – TEATRO VERDI CAÑADA DE GÓMEZ

ENTRADAS ADELANTADAS EN ESTACIÓN ESSO DEL CENTRO – PLATEAS $ 250 – PAALCO BAJO $ 200

Bertoglio y Salvetti, marca registrada en la tele de la ciudad 0 2156

Atardecía y el frío dejaba sus huellas en la ciudad. Faltaban cuarenta y ocho horas para el día del periodista. Todas las tardecitas en el local de fotografía que actualmente pertenece a Ariel Salvetti, dos hombres se sientan y ven pasar sus recuerdos como en el visor de una cámara filmadora. A veces en blanco y negro y otras veces a color, pero muy lentamente, recorren esa larga película que fue, y es, la de ambos.

Rubén Bertoglio nació en Carcarañá el 27 de noviembre de 1931, con sus ochenta y seis años, también se lo ve sentado en alguna mesa de café merendando en su soledad. Carlos Salvetti nació en Cañada de Gómez el 28 de noviembre de 1942, con sus setenta y cinco años todavía mata el vicio de las fotos colaborando con su hijo Ariel en su histórico local de calle Lavalle.

Bertoglio, apenas terminada la ‘colimba’ en el 11 de infantería en Rosario, comenzó sus estudios terciarios en el Instituto de Profesiones Técnicas, donde cursó durante tres años y serecibió de Técnico Fotográfico. Según nos relata Rubén, él tenía un laboratorio donde revelaba sus fotos particulares contando con mucho material bibliográfico sobre el tema y quizás por eso realizar esa carrera no le costó mucho.
A nuestra ciudad llegó finalizando 1957, y su entonces novia Maria Delia Masa, le avisó que la propiedad donde vivía y atendía el Dr. Sanz se estaba por desocupar, y allí podría poner su local comercial de fotografías. Recordemos que Sanz fue uno de los primeros médicos que trajo el equipamiento de Rayos X a Cañada de Gómez, siendo muy repentina su muerte quedando su viuda a cargo de la casona ubicada en Lavalle 907. Y hacia allí fue Rubén, que al consultarle si le alquilaba el local, la señora le respondió, “mire yo quiero cobrar de alquiler lo que se cobra de jubilación o pensión porque no tengo ninguna ayuda social.” Por aquel entonces existía una ley creada en el Justicialismo donde los alquileres tenían un tope que no superaban los cuatrocientos pesos, pero la jubilaciones era de dos mil doscientos pesos, o sea, cinco veces más de lo que valía en realidad.

La casa estaba bastante deteriorada, recordemos que era una propiedad construida hacia finales del Siglo XIX. Sobre esta situación Bertoglio recuerda, “cuando escuché esa cifra casi me muero, te imaginás que cuando se le conté a mi viejo, que me bancaba un poco en ese momento, él me dijo: loco, ¿tenés idea de cuánta guita es eso?”.
Pero no todo se complicaba, también aparecieron dos comerciantes, Moretti y Medina, para alquilar la casa ya que comenzaban a emprender un nuevo rubro. Ellos también se asustaron por el importe que la viuda pretendía, fue así que ella misma les tiró una idea, «hagan una cosa, la alquilan a medias y de esa manera es más accesible».
Fue así que Bertoglio y Moretti se sentaron a negociar qué parte quería ocupar cada uno, “y ahí el rengo Moretti se puso firme”, expresó Rubén, “él pretendía las dos habitaciones que daban a la calle para hacer la vidriera, y yo me tuve que quedar con la entrada del zaguán y las habitaciones traseras. Pero bueno, yo también quería tener una vidriera, así que tiré abajo el zaguán y armé una de cincuenta centímetros aproximadamente, y un metro más para pasar hacia el negocio.»

Sobre sus comienzos en la fotografía tuvo un encuentro con el párroco Padre Guillermo Martín, quién lo conocía de Carcarañá, en el que el sacerdote le expresó que no sacara tantas fotos, por el humo que dejaba el magnesio. Recordemos que en esos tiempos, unos ocho casamientos por fin de semana desfilaban en el pasillo central de la parroquia San Pedro. Entonces Bertoglio le manifiestó al cura que su cámara era eléctrica y que no iba a haber humo en la sala. Apareció entonces la astucia de Martín, quien al ver que el trabajo de este joven fotógrafo era diferente al resto, fue hasta su local y le dijo, “mire hijo, veo que usted está sacando muchas fotos en los casamientos sería bueno que pudiera colaborar con la parroquia, no se olvide de este curita…” Desde el 25 de mayo de 1958 cuando inauguró su local, Bertoglio fue uno de los tantos aportantes a las finanzas parroquiales.

Por su parte, la pasión de Carlos Salvetti por la fotografía nació en el viaje de estudios de quinto año, al conocer al fotógrafo carcarañense Selvaggio, posteriormente comenzó a estudiar Ciencias Económicas, pero también se hacía un tiempo para estudiar fotografía en Rosario. Antes del servicio militar, en el mismo lugar donde lo hiciera Bertoglio, decidió dejar sus estudios de contabilidad para inclinarse por la profesión en la que todos lo hemos conocido. Finalizando 1960 se propuso hacer click por primera vez en forma comercial.
Cuando estuvo bajo las órdenes del Ejército, aprovechó sus conocimientos técnicos para tomarse unos días cada tanto para sacar fotos y revelarlas. Las mismas incluían tanto las de carnet de sus compañeros como de las actividades que desarrollaban. “Desde adolescente practicaba en el Tiro Federal”, expresa Carlos, “y con dieciocho años me nombraron secretario del mismo, lo que me daba la posibilidad de hacer la colimba acá, pero laburé como loco, limpiaba los Mauser, pero eran súper exigentes y siempre el Viejo Carmacci encontraba algún defecto.”
“En un Chevrolet 36, que era de mi papá, íbamos a buscar las balas a Fray Luis Beltrán, veníamos al palo y si alguna chispa saltaba volábamos todos. Hasta que un día, al Tiro llegó una supuesta renuncia mía como armero, cosa que nunca existió y sí fue un acomodo de un carnicero de acá para poner a su hijo. Me querían llevar a Curuzú Cuatiá. Pero gracias a un pariente mío militar y Juvenal Funes, me alojaron en Rosario, pero me mandaron a la región V, nos tenían volando, se llamaba la Voladora donde iban los castigados» Cuando terminó el servicio, Carlos alquiló en calle Brown 977 donde estaba don Caligari y abrió su primer local de fotografías.

La primera experiencia de ambos fue cuando Bertoglio junto con Elmo Fernández, filmaban publicidades y eventos. Así que lo llamaron a Carlitos para que los ayude en una noche de trabajo bastante complicada, y fueron a una confitería a Las Parejas, donde Salvetti recuerda que «le pido la filmadora a Elmo, creo que era el año sesenta y cinco más o menos, y eran muy pocas las mujeres que usaban minifalda, entonces yo la veo y la filmo, la verdad es que era una bomba, como bailaba y seducía, y cuando se la muestran al dueño de la confitería éste dice: ésta es la que quiero para la promoción, entonces éstos dos dijeron ‘¡pero cómo hizo, nosotros filmamos dos o tres horas y éste en un minuto le acertó a la publicidad!… y ahí empecé a trabajar con ambos…» Y acá llegamos a un momento histórico en la ciudad, el día que Elmo Fernández y Rubén Bertoglio se animaron a hacer televisión en la Cañada del blanco y negro.

Fernández era corresponsal de los canales rosarinos, el encargado de filmar los acontecimientos más importantes que sucedían en la región, pero ese trabajo se revelaba en México, España o Panamá. La tarea completa llevaba aproximadamente un mes, o sea, cuando la noticia llegaba a Rosario ya estaba pasada en tiempo. Fue así que Fernández se enteró que Bertoglio hacía ese trabajo, y ahí nace el primer vínculo laboral de los dos. Cabe agregar que se conocieron a través de Maria Delia, novia de Rubén, que le enseñaba piano a Elmo y fue ella quién los acercó. El 9 de julio de 1969, se animaron y transmitieron en directo los desfiles patrios de ese día, naciendo así la televisión en Cañada de Gómez. Durante cuatro años, instalaron televisores en locales y bares de la ciudad donde en directo pasaron los eventos más destacados de esos tiempos. En los salones de exposiciones del Centro Económico las ferias y desfiles se podían disfrutar en directo a través de pequeñas pantallas. “Un día cayó a la estación de servicios del Elmo un viajante”, expresó Rubén, “y le dijo si no le interesaba comprar una filmadora marca Phillips que era igual a las que usaron los yanquis cuando llegaron a la Luna, y ahí se enganchó Elmo con el circuito cerrado. Entonces compramos varios televisores Phillips que venían desarmados y le encargamos a Hermes Navarro que los armara. La verdad la sensibilidad que tenían esas cámaras era similar a las digitales de ahora. Y así nació Telecanal 3 Telecañada.”

En 1974 Telecañada llega a su fin, las reglamentaciones vigentes, las exigencias político-partidarias, problemas personales de Elmo Fernández que debía hacerse cargo de la Estación de Servicio YPF, sumado a los costos, hicieron que ese proyecto descansara por un tiempo. En 1976 José Ramaciotti los llamó para que transmitieran los bailes en directo en cada lugar donde iban con Ronda Musical y todo su equipo. Cuando se jugó el Mundial de fútbol a la Argentina, llegó al país la televisión a color y los partidos se transmitían en los cines de Rosario. Allí Carlos Salvetti descubrió una forma de poder proyectar en los cines comerciales los trabajos que se filmaban. Fue así que se animaron con una Súper 8 familiar que tenía Salvetti y se podía filmar a color con calidad Kodak, naciendo el Noticiero Cinematográfico Regional con la nueva sociedad Bertoglio y Salvetti.
Llegaron a filmar quince rollos semanales, siendo uno de los mejores clientes del interior del país de la empresa. Cuando llegaba el material se compaginaba y Alcides Terráneo junto con Héctor Vale hacían la locución de los trabajos. El noticiero tuvo un éxito rotundo entrando en todos los cines comerciales de la zona. La inversión que hicieron en aquel entonces fue superior al millón seiscientos mil pesos, cuando adquirieron los proyectores para pasar el material en los salas.
El boom del Noticiero Regional llegó hasta 1982, cuando comenzaron a llegar las primeras cámaras de video. “Descubrimos que un hombre en Villa Eloísa tenía una y filmó un partido que le salió en blanco y negro”, relata Salvetti, “pero fue porque grabó mal. Así que fuimos de Lavini y le pedimos que trajera una en forma urgente. La primera filmación fue un partido en Bustinza entre Huracán y Newell´s.
Empezamos a grabar los partidos y después lo pasábamos en Zonda, con el sonido ambiente. Se juntaba una multitud a ver los partidos en el local de Santiago Delgrosso. Se cortaba la calle. Después fuimos al bar Zodíaco y también empezamos a pasar los encuentros. Fue un éxito, así que fuimos a las ligas de toda la zona, del sur santafesino y cordobés y les vendíamos los partidos. Llegamos a cobrar setecientos dólares cada match, y a juntar más de mil personas en los gimnasios de los clubes cuando los repetíamos, con cinco o más televisores transmitiendo al mismo tiempo. Héctor Vale se encargaba de vender a los clubes y a los bares, además de de ser el locutor y relataba, a veces acompañado de José Lapiuma”

En 1986, Bertoglio y Salvetti junto a una financiera local, fundaron el Cable Cañada Televisión, naciendo así la etapa más importante de la TV cañadense. De su ingenio nacieron el noticiero local Cablenoticias, Resumen Deportivo, Deporgol y Paqueterías. El primer conductor del noticiero fue Alfredo Santucho, pero también ocuparon y trabajaron en ese proyecto Marcelo Moyano, Roberto Bernasconi, José Lapiuma, Gustavo Aguilera, Uber Maccari, Miguel Gerván y Claudio Giolidoro. Sobre las historias de los conductores recuerdan que Moyano jugaba al rugby y un lunes no pudo hacerse el programa por la cantidad de curitas que tenía en la cara el conductor del programa.

Con todo el material que tenían ambos de las filmaciones sociales, decidieron hacer un programa, y Bertoglio recuerda que “apareció el Negro Bermúdez, que estaba haciendo un programa en Rosario con Pedro Oitana llamado Entre Amigos, y le tiró la idea de ser el locutor de ese proyecto, la idea era llamarlo Nuestra Sociedad pero Bermúdez nos dice, yo tengo otro nombre, Paqueterías, y en 1987 nace el programa con el Negro a la cabeza…” Cuando finalizaba el Siglo XX Bertoglio y Salvetti vendieron sus partes a la nueva empresa que tomó los destinos del Cable Local.

Al terminar la entrevista, una llamada telefónica nos silencia la noche, Pablo Bermúdez nos avisaba que su papá había fallecido. La muerte del Negro cae como un balde de agua fría. Los rostros de Rubén y Carlos me dicen que esta historia llega a su final. Había salido de gira su gran amigo, su compañero de ruta en miles de proyectos y sueños. Los pioneros de la TV perdían a uno de sus mejores exponentes. Seguramente el Negro Bermúdez ya estará en la misma mesa que Carlitos Faúl, Carlos Monchietti, Roberto Bernasconi, Elmo Fernández, Walter Gasparetti, David Castellán y otros tantos colegas que se hicieron inmortales a través de sus trabajos en los medios de comunicación. Y nosotros desde acá, tenemos que seguir pensando que la muerte cuando uno es joven significa naufragio pero cuando uno ha realizado y concretado en su extensa vida innumerables proyectos es llegar a puerto.

Que el testimonio de Rubén Bertoglio y Carlos Salvetti, pioneros de la TV Cañadense, sea un homenaje para aquellos hombres y mujeres que apostaron a dignificar los medios de comunicación de Cañada de Gómez. En ellos rindo mi homenaje y agradecimiento, que seguramente será el de toda la ciudad.

Pablo Di Tomaso

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