Por Pablo Di Tomaso
Corría 1926… La Argentina era gobernada por Marcelo Torcuato de Alvear, un radical descendiente de familias patricias y se realiza las elecciones parlamentarias de ese año donde el oficialismo triunfa con el 38% de los votos. Conducido por el comandante Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada, todos ellos españoles, despega desde Palos de la Frontera (Huelva) el Plus Ultra, un hidroavión que uniría España con Argentina. Con una estupenda temporada de Roberto Cherro, Boca Jrs. gana su quinto campeonato en el Fútbol Amateur de Argentina y finalmente en ese año fue publicada Don Segundo Sombra, una novela rural argentina de Ricardo Güiraldes, que a diferencia del poema Martín Fierro de José Hernández no reivindica socialmente al gaucho, sino que lo evoca como personaje legendario en un tono elegíaco.
Cuando todo eso ocurría en el país, en nuestra ciudad se producía la primera transición entre dos intendentes municipales, es decir Ricardo Andino era reemplazado por Rosendo Casañas en el palacio municipal. Pero en la zona este cañadense, allá por Colón al 200 nacía un 27 de mayo de 1926 Esmir Obdelia Garro, hija de Amadeo y de Delimene Romero. Era la sexta integrante de siete hijos, ya habían nacido Cipriano, Tita, Aidé, Atenaida y Ladys; después se sumaría a la familia Luis, el menor de todos.
Esmir recuerda que sus padres vivían muy cerca cuando eran jóvenes, en esa zona de la ciudad eran muy pocas las viviendas instaladas, predominaban las quintas entre ellas la perteneciente a los Tommasi. Su padre supo trabajar en la carnicería de su abuelo José Garro, posteriormente fue empleado en la policía gracias a la ayuda de su amigo y correligionario Luis Bianchi. Trabajo que perdiera al entrar los demócratas progresistas al gobierno, al no aceptar afiliarse al PDP por su lealtad a Bianchi. Al poco tiempo ingresó como empleado municipal donde finalmente se jubiló. Su madre siempre se dedicó a sus hijos, cuidándolos y criándolos en el calor hogareño de esas casas de alto en los tiempos en que los inviernos eran mucho más crudos y los veranos un poco más secos. Otro de los recuerdos que tiene Esmir, es escuchar a su madre las historias de su abuela, una mujer que todas las mañana salía a caminar hasta las zonas más humildes de la ciudad a colaborar con los cañadenses que sufrían el hambre y los problemas de tiempos en que la justicia social estaba lejos de llevarse a cabo. Quizás ese espíritu solidario haya sido heredado por Esmir que hasta el día de hoy, con sus casi 90 años, uno la ve caminar por la ciudad participando en todas las actividades sociales.
Su niñez estuvo marcada por los tradicionales juegos, corridas por las solitarias calles de tierras y compartir largos momentos con sus hermanos en las quintas vecinas. Entre las familias que habitaban las zonas recuerda a los Abregú, pero nunca se olvida de los Nueve Cuartos, que eran nueves familias integrada por trabajadores que estaban asentadas por calle Rivadavia entre Colón y Rivadavia, enfrente de donde hoy se encuentra la Plaza Beresiartu. “La Negrita”, como le decían, solía presenciar y hasta a veces separar algunas que otras peleas en los boliches cercanos a su casa. Pero también era la encargada de recitar los versitos en la Escuela Alberdi, ubicada entonces en Mitre y Rivadavia, cuando la dirigía Clara Martínez Pombo y entre sus docentes conmemora a las señoritas Munárriz, Tancredi, y al maestro Eliseo Giordano.
Cuando Esmir tenía tan sólo 7 años, en nuestra ciudad se produce la Revolución Radical, en ese 1933 como en varios lados del país, los radicales que resistían a la Década Infame de los conservadores tomaron lugares estratégicos para recuperar el poder. En ese diciembre Esmir veía como militantes se escondían en las quintas linderas a su casa de las garras policiales. Su madre les ordenó a los niños quedarse en resguardo en su hogar. La familia ya sabía en carne propia lo que significaba las crisis políticas, donde don Amadeo, por no querer afiliarse y unirse con los demócratas se quedó sin trabajo… Después vienen otros tiempos, la Normal, la Almafuerte, el teatro, el coro y el Peronismo…
Esmir tuvo una destacada actuación en numerosas actividades sociales, culturales y políticas. Una vez recibida en la Escuela Normal, la “Negrita” comenzó su tarea de docente primero en la Escuela Técnica de Mujeres y finalmente en la Escuela Almafuerte donde se jubiló. Ella siempre agradece a Ángel Federico Robledo, la posibilidad de poder llegar a trabajar en esos lugares, ya que su hermano Luis era muy amigo del destacado dirigente político. Sobre Robledo manifiesta “lo conocí cuando iba a comprar a la panadería de Brown y Belgrano, y recuerdo verlo a Robledo estudiando en pijamas mientras atendía, fue muy amigo de mi hermano y se veían seguido en Buenos Aires…”
El amor no estuvo ajeno a su vida, y durante muchísimos años formaron una pareja que compartieron momentos dulces y amargos de la vida. Pero también con él conllevaban la pasión por el teatro, la música y el arte. Estamos hablando de “Pilo” Politi, que a pesar que vivían en el mismo barrio, lo conoció mejor en la Peña El Lazo. Recordemos que la Peña El Lazo era una agrupación folclórica surgida en el Sport Club Cañadense en 1953 y tenía su centro en los altos del chalet de la institución. De ese encuentro con Pilo, Esmir nos cuenta que “vivíamos cerca, desde nuestros patios se veían nuestras casas… Era muy tímido en la intimidad… Recuerdo que llegó a la Peña y de a poco nos fuimos acercando… Íbamos de gira a muchas partes, cuando no trabajaba él venía… Siempre me acompañaba hasta mi casa, hasta que un buen día me preguntó si quería que fuésemos novios!!!” De esa historia de amor nació su única hija Silvia.
Otra de las pasiones fue el teatro, y allí fue convocada por Don Mansueto Viti, que vivía cerca de su casa, y junto a él estaba Salomón Spit. Esmir tuvo destacadas actuaciones en “El Conventillo de La Paloma”, “Retazo” y “Llegó don Pedro…” entre muchas obras. Entre los nombres que la acompañaron podemos citar además de Pilo, su compañero de la vida, a Tato, Osiris y Leónidas Politi, Aníbal Mattias, las hermanas Margarita y Felisa Vila, Nélida Cremona, Luis Pisarone, José Marcolini, Antonio Disanto, Salvador Bondi, Haydeé y Norma Bautista, Romualdo Fabro, Armando Ambrosio, Onildo Beltrán, Enzo García, Eduardo Pérez Vásquez, Enriqueta Solari, Raúl Caminos, Humberto Bonadies, Pilar Martínez, Evita Román, Jorge Rearte, Fulvia Calderón, Ricardo Delgado, Néstor Fernández, Oddone Forte, Luis Césiro Piccinini, Elsa Tavacchi, Hilda Blasco, Francisco Cuccinatto, Leonilda Lamagna e Italia Bonisoli. Esmir recuerda que su madre la acompañaba siempre, “yo era muy joven, tenía 20 años, y ella al lado mío, hasta en los bailes…” Unas de las lindas historias que rememora Esmir, es cuando el colectivo con el que iban de gira se les rompió en un camino de tierras y ella junto a Tato Politi salieron en busca del arreglo, al regresar lo hicieron junto a un policía que encontraron en el trayecto, al llegar Tato hizo una de sus tantas picardías, al hacerse pasar por preso, esto hizo que la madre de Esmir, doña Delimene se asustada tanto que enseguida tuvieron que decirle que todo era una broma. También en el marco de la actuación, pero esta vez en el canto, Esmir integró el Coro de la Asociación Cultural, que tuvo como primer director a Cristian Hernández Larguía para luego continuar con esa tarea la recordada Hilda Cibaldi de Giordano.
Por último podemos recordar su tarea política en el Partido Justicialista, a él llegó de la mano de sus amigas Angelita y Polola Cremona y juntas apoyaban a la primer senadora mujer de Santa Fe, la cañadense Romilda Montoya de Disanzo, quién fuera la autora de la ley que denominó a Cañada de Gómez como Ciudad Evita entre los años 1953 y 1955. Esmir tuvo el privilegio de conocer tanto a Evita como a Perón. A Eva la conoció en la Estación Cañada de Gómez cuando el tren en que viajaba paró las dos veces que pasó por la misma. “Era hermosa, tenía un cutis bellísimo, estaba vestida sencilla con una mañanita y un tapado negro, a su lado su hermano Juancito”. Posteriormente, en el Luna Park, vio a Juan Domingo Perón y la Primera Dama en una actividad que asistieron maestros del país. Ella pudo lograr sentarse muy cerca de ellos y aún recuerda la estampa del General, todo un estadista y Evita junto a él dando el apoyo y el empuje que se necesitaba para hacer lo que se hizo en esos maravillosos años.
Esta es parte de la vida de una mujer, de una madre, de una artista, de un ser humano con un corazón inmensamente solidario que le aportó todo lo que pudo a esta ciudad. Cuando cerrábamos la entrevista le dije a Esmir si quería agregar algo, ella con lágrimas en sus ojos me dijo… “nada Pablo, simplemente gracias a la vida…”