En el primero de los casos, que ocurrió en España al 600, un mujer había salido a realizar compras, y a su regreso encontró a su abuela, que vive en la misma casa, en estado de nerviosismo porque había descubiero que una persona estaba dentro de la propiedad.
La mujer joven ingresó y en ese instante se escucharon ruidos de vidrios rotos. Cuando entró a la cocina, alcanzó a divisar a una persona que había roto la ventana y trataba de abrirla metiendo la mano por el hueco producido por la rotura. El intruso, al verse descubierto emprendió la fuga por donde había venido, sin alcanzar a llevarse nada.
En el otro hecho, ocurrido en Primera Junta al 1500, el dueño de casa salió de la misma y a su regreso descubrió que habían ingresado a la misma, y tras producir un gran desorden le habían llevado un horno eléctrico y un parlante. El hombre transmitió a la policía sus sospechas de los posibles autores del robo.