Atardecía y el frío dejaba sus huellas en la ciudad. Faltaban cuarenta y ocho horas para el día del periodista. Todas las tardecitas en el local de fotografía que actualmente pertenece a Ariel Salvetti, dos hombres se sientan y ven pasar sus recuerdos como en el visor de una cámara filmadora. A veces en blanco y negro y otras veces a color, pero muy lentamente, recorren esa larga película que fue, y es, la de ambos.
Rubén Bertoglio nació en Carcarañá el 27 de noviembre de 1931, con sus ochenta y seis años, también se lo ve sentado en alguna mesa de café merendando en su soledad. Carlos Salvetti nació en Cañada de Gómez el 28 de noviembre de 1942, con sus setenta y cinco años todavía mata el vicio de las fotos colaborando con su hijo Ariel en su histórico local de calle Lavalle.
Bertoglio, apenas terminada la ‘colimba’ en el 11 de infantería en Rosario, comenzó sus estudios terciarios en el Instituto de Profesiones Técnicas, donde cursó durante tres años y serecibió de Técnico Fotográfico. Según nos relata Rubén, él tenía un laboratorio donde revelaba sus fotos particulares contando con mucho material bibliográfico sobre el tema y quizás por eso realizar esa carrera no le costó mucho.
A nuestra ciudad llegó finalizando 1957, y su entonces novia Maria Delia Masa, le avisó que la propiedad donde vivía y atendía el Dr. Sanz se estaba por desocupar, y allí podría poner su local comercial de fotografías. Recordemos que Sanz fue uno de los primeros médicos que trajo el equipamiento de Rayos X a Cañada de Gómez, siendo muy repentina su muerte quedando su viuda a cargo de la casona ubicada en Lavalle 907. Y hacia allí fue Rubén, que al consultarle si le alquilaba el local, la señora le respondió, “mire yo quiero cobrar de alquiler lo que se cobra de jubilación o pensión porque no tengo ninguna ayuda social.” Por aquel entonces existía una ley creada en el Justicialismo donde los alquileres tenían un tope que no superaban los cuatrocientos pesos, pero la jubilaciones era de dos mil doscientos pesos, o sea, cinco veces más de lo que valía en realidad.
La casa estaba bastante deteriorada, recordemos que era una propiedad construida hacia finales del Siglo XIX. Sobre esta situación Bertoglio recuerda, “cuando escuché esa cifra casi me muero, te imaginás que cuando se le conté a mi viejo, que me bancaba un poco en ese momento, él me dijo: loco, ¿tenés idea de cuánta guita es eso?”.
Pero no todo se complicaba, también aparecieron dos comerciantes, Moretti y Medina, para alquilar la casa ya que comenzaban a emprender un nuevo rubro. Ellos también se asustaron por el importe que la viuda pretendía, fue así que ella misma les tiró una idea, «hagan una cosa, la alquilan a medias y de esa manera es más accesible».
Fue así que Bertoglio y Moretti se sentaron a negociar qué parte quería ocupar cada uno, “y ahí el rengo Moretti se puso firme”, expresó Rubén, “él pretendía las dos habitaciones que daban a la calle para hacer la vidriera, y yo me tuve que quedar con la entrada del zaguán y las habitaciones traseras. Pero bueno, yo también quería tener una vidriera, así que tiré abajo el zaguán y armé una de cincuenta centímetros aproximadamente, y un metro más para pasar hacia el negocio.»
Sobre sus comienzos en la fotografía tuvo un encuentro con el párroco Padre Guillermo Martín, quién lo conocía de Carcarañá, en el que el sacerdote le expresó que no sacara tantas fotos, por el humo que dejaba el magnesio. Recordemos que en esos tiempos, unos ocho casamientos por fin de semana desfilaban en el pasillo central de la parroquia San Pedro. Entonces Bertoglio le manifiestó al cura que su cámara era eléctrica y que no iba a haber humo en la sala. Apareció entonces la astucia de Martín, quien al ver que el trabajo de este joven fotógrafo era diferente al resto, fue hasta su local y le dijo, “mire hijo, veo que usted está sacando muchas fotos en los casamientos sería bueno que pudiera colaborar con la parroquia, no se olvide de este curita…” Desde el 25 de mayo de 1958 cuando inauguró su local, Bertoglio fue uno de los tantos aportantes a las finanzas parroquiales.
Por su parte, la pasión de Carlos Salvetti por la fotografía nació en el viaje de estudios de quinto año, al conocer al fotógrafo carcarañense Selvaggio, posteriormente comenzó a estudiar Ciencias Económicas, pero también se hacía un tiempo para estudiar fotografía en Rosario. Antes del servicio militar, en el mismo lugar donde lo hiciera Bertoglio, decidió dejar sus estudios de contabilidad para inclinarse por la profesión en la que todos lo hemos conocido. Finalizando 1960 se propuso hacer click por primera vez en forma comercial.
Cuando estuvo bajo las órdenes del Ejército, aprovechó sus conocimientos técnicos para tomarse unos días cada tanto para sacar fotos y revelarlas. Las mismas incluían tanto las de carnet de sus compañeros como de las actividades que desarrollaban. “Desde adolescente practicaba en el Tiro Federal”, expresa Carlos, “y con dieciocho años me nombraron secretario del mismo, lo que me daba la posibilidad de hacer la colimba acá, pero laburé como loco, limpiaba los Mauser, pero eran súper exigentes y siempre el Viejo Carmacci encontraba algún defecto.”
“En un Chevrolet 36, que era de mi papá, íbamos a buscar las balas a Fray Luis Beltrán, veníamos al palo y si alguna chispa saltaba volábamos todos. Hasta que un día, al Tiro llegó una supuesta renuncia mía como armero, cosa que nunca existió y sí fue un acomodo de un carnicero de acá para poner a su hijo. Me querían llevar a Curuzú Cuatiá. Pero gracias a un pariente mío militar y Juvenal Funes, me alojaron en Rosario, pero me mandaron a la región V, nos tenían volando, se llamaba la Voladora donde iban los castigados» Cuando terminó el servicio, Carlos alquiló en calle Brown 977 donde estaba don Caligari y abrió su primer local de fotografías.
La primera experiencia de ambos fue cuando Bertoglio junto con Elmo Fernández, filmaban publicidades y eventos. Así que lo llamaron a Carlitos para que los ayude en una noche de trabajo bastante complicada, y fueron a una confitería a Las Parejas, donde Salvetti recuerda que «le pido la filmadora a Elmo, creo que era el año sesenta y cinco más o menos, y eran muy pocas las mujeres que usaban minifalda, entonces yo la veo y la filmo, la verdad es que era una bomba, como bailaba y seducía, y cuando se la muestran al dueño de la confitería éste dice: ésta es la que quiero para la promoción, entonces éstos dos dijeron ‘¡pero cómo hizo, nosotros filmamos dos o tres horas y éste en un minuto le acertó a la publicidad!… y ahí empecé a trabajar con ambos…» Y acá llegamos a un momento histórico en la ciudad, el día que Elmo Fernández y Rubén Bertoglio se animaron a hacer televisión en la Cañada del blanco y negro.
Fernández era corresponsal de los canales rosarinos, el encargado de filmar los acontecimientos más importantes que sucedían en la región, pero ese trabajo se revelaba en México, España o Panamá. La tarea completa llevaba aproximadamente un mes, o sea, cuando la noticia llegaba a Rosario ya estaba pasada en tiempo. Fue así que Fernández se enteró que Bertoglio hacía ese trabajo, y ahí nace el primer vínculo laboral de los dos. Cabe agregar que se conocieron a través de Maria Delia, novia de Rubén, que le enseñaba piano a Elmo y fue ella quién los acercó. El 9 de julio de 1969, se animaron y transmitieron en directo los desfiles patrios de ese día, naciendo así la televisión en Cañada de Gómez. Durante cuatro años, instalaron televisores en locales y bares de la ciudad donde en directo pasaron los eventos más destacados de esos tiempos. En los salones de exposiciones del Centro Económico las ferias y desfiles se podían disfrutar en directo a través de pequeñas pantallas. “Un día cayó a la estación de servicios del Elmo un viajante”, expresó Rubén, “y le dijo si no le interesaba comprar una filmadora marca Phillips que era igual a las que usaron los yanquis cuando llegaron a la Luna, y ahí se enganchó Elmo con el circuito cerrado. Entonces compramos varios televisores Phillips que venían desarmados y le encargamos a Hermes Navarro que los armara. La verdad la sensibilidad que tenían esas cámaras era similar a las digitales de ahora. Y así nació Telecanal 3 Telecañada.”
En 1974 Telecañada llega a su fin, las reglamentaciones vigentes, las exigencias político-partidarias, problemas personales de Elmo Fernández que debía hacerse cargo de la Estación de Servicio YPF, sumado a los costos, hicieron que ese proyecto descansara por un tiempo. En 1976 José Ramaciotti los llamó para que transmitieran los bailes en directo en cada lugar donde iban con Ronda Musical y todo su equipo. Cuando se jugó el Mundial de fútbol a la Argentina, llegó al país la televisión a color y los partidos se transmitían en los cines de Rosario. Allí Carlos Salvetti descubrió una forma de poder proyectar en los cines comerciales los trabajos que se filmaban. Fue así que se animaron con una Súper 8 familiar que tenía Salvetti y se podía filmar a color con calidad Kodak, naciendo el Noticiero Cinematográfico Regional con la nueva sociedad Bertoglio y Salvetti.
Llegaron a filmar quince rollos semanales, siendo uno de los mejores clientes del interior del país de la empresa. Cuando llegaba el material se compaginaba y Alcides Terráneo junto con Héctor Vale hacían la locución de los trabajos. El noticiero tuvo un éxito rotundo entrando en todos los cines comerciales de la zona. La inversión que hicieron en aquel entonces fue superior al millón seiscientos mil pesos, cuando adquirieron los proyectores para pasar el material en los salas.
El boom del Noticiero Regional llegó hasta 1982, cuando comenzaron a llegar las primeras cámaras de video. “Descubrimos que un hombre en Villa Eloísa tenía una y filmó un partido que le salió en blanco y negro”, relata Salvetti, “pero fue porque grabó mal. Así que fuimos de Lavini y le pedimos que trajera una en forma urgente. La primera filmación fue un partido en Bustinza entre Huracán y Newell´s.
Empezamos a grabar los partidos y después lo pasábamos en Zonda, con el sonido ambiente. Se juntaba una multitud a ver los partidos en el local de Santiago Delgrosso. Se cortaba la calle. Después fuimos al bar Zodíaco y también empezamos a pasar los encuentros. Fue un éxito, así que fuimos a las ligas de toda la zona, del sur santafesino y cordobés y les vendíamos los partidos. Llegamos a cobrar setecientos dólares cada match, y a juntar más de mil personas en los gimnasios de los clubes cuando los repetíamos, con cinco o más televisores transmitiendo al mismo tiempo. Héctor Vale se encargaba de vender a los clubes y a los bares, además de de ser el locutor y relataba, a veces acompañado de José Lapiuma”
En 1986, Bertoglio y Salvetti junto a una financiera local, fundaron el Cable Cañada Televisión, naciendo así la etapa más importante de la TV cañadense. De su ingenio nacieron el noticiero local Cablenoticias, Resumen Deportivo, Deporgol y Paqueterías. El primer conductor del noticiero fue Alfredo Santucho, pero también ocuparon y trabajaron en ese proyecto Marcelo Moyano, Roberto Bernasconi, José Lapiuma, Gustavo Aguilera, Uber Maccari, Miguel Gerván y Claudio Giolidoro. Sobre las historias de los conductores recuerdan que Moyano jugaba al rugby y un lunes no pudo hacerse el programa por la cantidad de curitas que tenía en la cara el conductor del programa.
Con todo el material que tenían ambos de las filmaciones sociales, decidieron hacer un programa, y Bertoglio recuerda que “apareció el Negro Bermúdez, que estaba haciendo un programa en Rosario con Pedro Oitana llamado Entre Amigos, y le tiró la idea de ser el locutor de ese proyecto, la idea era llamarlo Nuestra Sociedad pero Bermúdez nos dice, yo tengo otro nombre, Paqueterías, y en 1987 nace el programa con el Negro a la cabeza…” Cuando finalizaba el Siglo XX Bertoglio y Salvetti vendieron sus partes a la nueva empresa que tomó los destinos del Cable Local.
Al terminar la entrevista, una llamada telefónica nos silencia la noche, Pablo Bermúdez nos avisaba que su papá había fallecido. La muerte del Negro cae como un balde de agua fría. Los rostros de Rubén y Carlos me dicen que esta historia llega a su final. Había salido de gira su gran amigo, su compañero de ruta en miles de proyectos y sueños. Los pioneros de la TV perdían a uno de sus mejores exponentes. Seguramente el Negro Bermúdez ya estará en la misma mesa que Carlitos Faúl, Carlos Monchietti, Roberto Bernasconi, Elmo Fernández, Walter Gasparetti, David Castellán y otros tantos colegas que se hicieron inmortales a través de sus trabajos en los medios de comunicación. Y nosotros desde acá, tenemos que seguir pensando que la muerte cuando uno es joven significa naufragio pero cuando uno ha realizado y concretado en su extensa vida innumerables proyectos es llegar a puerto.
Que el testimonio de Rubén Bertoglio y Carlos Salvetti, pioneros de la TV Cañadense, sea un homenaje para aquellos hombres y mujeres que apostaron a dignificar los medios de comunicación de Cañada de Gómez. En ellos rindo mi homenaje y agradecimiento, que seguramente será el de toda la ciudad.
Pablo Di Tomaso