La presencia de Botafogo, o Don Vilanova, como se prefiera, fue demoledora desde varios puntos de vista. Desde su música, por supuesto, pasando por sus conceptos sobre “esa” música, el desgarrado y postergado blues, inscripto en los negocios de las corporaciones en la Argentina, constituyeron una noche inolvidable para el público que asistió al teatro Cervantes, que recibió a esa gente en medio de un movimiento que busca ayudar en la restauración de una de las salas históricas de Cañada de Gómez.
Botafogo ofreció una conferencia de prensa, en la que repartió conceptos que luego repitió durante su actuación. Como el símbolo de la constitución de un grande, que como suelen serlo más veces de lo que se cree, son modestos, el gran bluesman arrancó el espectáculo, sólo con sus guitarras, para luego terminar con una potente actuación junto a los Jack Daniels.
En el medio hubo sorpresas. Una de ellas, Semilla Negra, un dúo de chicas rosarinas ataviadas, justamente, de negro, al estilo “roaring twenties”, que ofrecieron un impecable set de blues tradicional, piano, banjo y voz.
Luego, los Daniels, con su repertorio habitual y su reconocido talento interpretativo en cada instrumento, a quienes luego se sumó Miguel para un final a toda orquesta, donde no escasearon clásicos ni referencias a Pappo, Manal y otros próceres del blues argentino.
Una noche inolvidable, música potente y performance arrasadora.
La charla
Botafogo habló del lugar que ocupa el blues dentro de la música argentina, y toda ella dentro del mercado musical disponible, directamente reglado por las multinacionales del rubro.
Contó sus orígenes con padre peón de campo y madre costurera, en la pampa bonaerense, de sus primeros contactos con la música, cuando Manal y cía le volaron la cabeza y supo que se iba a dedicar a esto, y de la pelea porque el blues tenga un lugar mejor que piensa merece.
Y, didáctico y claro como pocos, le contó a la gente sobre la ligazón entre diversas músicas del mundo. “Hagan las palmas del ritmo de chacarera”, insistió, y cuando la gente le respondió, el tipo le chantó un rotundo blues que pegaba justo.
Y de eso se trató toda esa noche del viernes, como se dijo, notable.