Adolfo Wytrykusz, un pincel que puso color a la vida 0 1000

La vida de un artista y docente de larga trayectoria, que fue testigo de hechos y partícipe de vivencias de un Cañada que cambió para siempre. (Reportaje: Pablo Di Tomaso)

Debe ser unas de las pocas personas con vida que conoció ese Cañada con olor a tierra mojada, a hojas quemadas y con ruido de carretas. Debe ser el único cañadense que se puede dar el lujo de decir que conoció a Gardel, Evita, Perón, Alvear, Elpidio González y al Pibe Cabeza. Trabajó en la empresa que pavimentó Cañada, fue empleado del Correo durante cincuenta años siendo jefe del mismo y fue uno de los profesores fundadores de la Escuela Técnica Santiago D´Onofrio. Hoy, quiero escribir estas letras a una persona que admiro mucho, que lo quiero como al abuelo que no tuve (será porque siempre recuerda a mi querido Tomasito) y porque en sus ojos puedo ver todo el amor que puso en ser el Hombre que es.

Su niñez, su familia, sus amigos…
Una vez se le preguntó a Miguel Ángel porque había representado muy joven a la Virgen en La Piedad, a lo cuál contestó: «Las personalidades enamoradas de Dios no envejecen nunca.». Y Adolfo Wytrykusz con sus casi 91 años sigue siendo, por su forma de ser, un joven que aún hoy vive enamorado de su Cañada, de su familia, de sus cosas, de la pintura y de la vida. Adolfo nació el 9 de julio de 1924 en nuestra ciudad, allá por donde era el “Pueblito Las Flores” hoy barrio del legendario Newell´s Old Boys, en la casa ubicada en Lavalle 1458. Sus padres de origen ucraniano se llamaban Iván Wytrykusz y Catalina Tarnosky; sus hermanos Ángela, María Teresa, Adela y Miguel completaban el grupo familiar que vivían en la humilde casa ubicada en la zona oeste de la ciudad.
“Mi barrio era hermoso, jugábamos al fútbol en el campito de al lado donde hoy se encuentra el Hornerito e I.N.T.A. –expresa Adolfo-, los fríos eran durísimos, solía cruzar el terreno lleno de escarcha con mis alpargatas hasta la casa de doña Zoila que todos los días me tenía preparado dos botellas de leche. También pasaba Tomasito, que repartía el pan de Sonnet con la jardinera, y todas las mañanas me regalaba los bizcochos. Éramos muy humildes, mi padre trabajaba hasta más no poder”. Recordando a su padre, que vino de Ucrania en 1889 y unos de los trabajos que encontró fue de “catango” en el ferrocarril donde “mientras trabajaba en Obispo Trejo, entre paisanos y criollos, su pusieron a comer asado y tomarse sus buenos vinos. El Viejo se acostó en un vagón a dormir la siesta sin darse cuenta que se cerró el mismo y arrancó el tren. En tres días llegaron a Salta, estaba sin agua, sin comida, desesperado golpeaba las puertas hasta que alguien lo escuchó y lo sacaron medio muerto. Posteriormente se fue de a pie hasta Santiago del Estero donde encontró a unos gauchos que lo cargaron a caballo y lo llevaron a un rancherío donde estuvo ocho meses en los montes santiagueños. Al final se fue a Rosario, donde fue motorman de un tranvía.”

Don Iván llega finalmente a Cañada de Gómez donde comenzó a trabajar en la curtiembre Beltrame. Cómo había comenzado a estudiar de sacerdote hablaba ruso, latín, alemán, polaco, entre otros idiomas pero no le quedo otra que trabajar durísimo en la curtiembre, donde no cobraban con dinero sino que iban a retirar mercaderías a una cooperativa que tenía la empresa a pocos metros de la misma. Adolfo manifiesta que “gracias a Albino Ferrari mi madre pudo cobrar una pensión, ya que mi padre falleció sin poder disfrutar de su jubilación”. De su madre Catalina recuerda que vino engañada por su hermano Pedro cuando sólo tenía diecisiete años. “Mi madre siempre me contaba lo difícil que era vivir en su tierra natal, los inviernos era terribles, donde para apaliar el frío solían beber vodka que fabricaban ellos con dos dientes de ajo y pimienta. Durante el verano guardaban leña y comida para poder sobrepasar el crudo invierno.” También recuerda que le contaba como era esa Cañada cuando llegó por primera vez, con sus faroles a kerosene, sin luz eléctrica y mucha pobreza. Su primera vivienda fue un “caserío” viejo en Lavalle al 1300, después fue a Laprida entre Lavalle y Ocampo, para luego trasladarse cerca de los Ochoa, donde en los bares a ciertas horas de la noche, alguno que otros bohemios criollos solían batirse a duelo.

De su niñez recuerda a sus amigos los Santillán, los Mayer, Luigi Toledo y Buby Nícoli. “Nuestra mayor diversión era jugar al fútbol y los barriletes. Con este último solíamos ponerle una gillette a las colas de los mismos para romper el hilo o el barrilete del otro. La escuela primaria la hice en la Sarmiento cuando era directora Aurelia T. de Ulloque y la maestra que mas recuerdo es Luisa Munárriz de Baiml que fue la que descubrió mis inclinaciones por el dibujo. Los sábados íbamos a la casa de Amador Santillán, ya que su padre tocaba la guitarra y era el día que nos tomaba examen con el instrumento, allí nos encontrábamos con Ferrari, de la Vega, Leguizamón, Santucho y Mastramico que si mal no recuerdo uno de ellos tocaba la mandolina. Éramos todos vagos!!!” De aquel tiempo Adolfo siente una profunda nostalgia, “es un lugar que jamás olvidaré, era un barrio romántico, con tapiales de ladrillos, tapado con hiedras y madreselvas. En verano, y por las tardecitas, como si fuera el canto de las chicharras, se escuchaban guitarrearas con mucho vino, asados y a veces algunas que otras peleas. Recuerdo a Joselín, Viborita, los Bazán, don Pedro Aparicio y el boliche de los Albónico…”

Sus primeros trabajos
Ese barrio que Adolfo recuerda con mucho cariño, también tenía sus trágicas historias, donde por ejemplo una mañana doña Catalina se levanta y cuando llega al jardín de su casa ve un cuchillo lleno de sangre, producto de alguna pelea nocturna donde algún que otro guapo escapándose de la policía seguramente tiró el cuchillo en el patio. O un recordado partido entre Newell´s y Sport que terminó con el cinturón de Valentino cortado por una puñalada salvando su vida. Y justamente en ese lugar tan particular de la Cañada de entonces Wytrykusz remarca que “enfrente de donde nací había una quinta de Dante Ciriani y una vez la alquilaron y vivían allí unas chicas de cabarets, y siempre eran visitadas por los cafishos. Esas chicas pertenecían a Casa Grande, que era frecuentado por personas con fuerte poder político que lo hacían cerrar y quedaban dueños de las prostitutas y de todo. Una vez, escondidos tras las plantes y tirados en el pastito veíamos a las chicas como se divertían. Una buena noche aparecen dos tipos entre ellos un chico, que luego supimos que era el Pibe Cabeza, junto con algunos policías que se sumaban a la fiesta con orquesta y todo. Recuerdo que fue un lunes y cuidaba de ellas un tal Vadovía, que era lustrabotas en los Dos Chinos.” Cabe recordar que el Pibe Cabeza era en realidad Rogelio Gordillo, un delincuente que vivió en Rosario y junto a Antonio Caprioli, alias El Vivo fueron los pioneros en los asaltos comandos utilizando ametralladoras Thompson en la década del treinta y que según cuenta el relato oral popular, estuvo albergado en el Hotel Español de José María Fernández ubicado en la esquina de Lavalle y Schnack.

Cómo era por aquel entonces, Adolfo apenas hizo un par de años en la secundaria, es que estudiar en esa etapa de la vida era sólo para los privilegiados. Entre sus compañeros recuerda a Albertengo, Beltrame y Pelagagge entre otros. Ni bien dejó los estudios comenzó a trabajar en Casa Pérez Vázquez y Casadiego, que estaba ubicada donde hoy existe una tienda deportiva en la esquina de Lavalle y Pagani, y ganaba unos diez pesos mensuales, de los cuáles dejaba cinco en la compra de pilchas. Compartía las jornadas junto a Cacho Peralta, padre del hoy gobernador de Santa Cruz Daniel Peralta y don Peñafiel en la sastrería. Poco tiempo después fue a “laburar” a la panadería de los Serrano quedándose desocupado a los pocos meses. Una vez, jugando al ajedrez con Mariano Serrano y Mauricio Lederman llega al club Antonio López, administrador de Estancia La Jacinta buscando algún joven que quiera manejar la trilladora y para esos rumbos se dirigió Adolfo, donde conoció a un tal Girotto que luego fuera militar, a Silvano, Bortolato, Rossi y en la casa vivían los bisabuelos de Carina Mozzoni. Tampoco le esquivó a la labor pesada del cosechar caminando, una vez levantó con horquilla en mano todo el lino junto con Pierina, una de las niñas de la chacra. Pero en esa etapa previa al llegar al correo, Adolfo trabajó en la compañía Acevedo y Shaw, al mando del Ingenierio Ogando. Esta empresa fue la contratada por el Intendente Bautista Borgarello para las primeras cuadras de pavimentación en la ciudad. Él se encargaba de controlar los hierros y las piedras que se encontraban depositados en calle Marconi cerca de las vías férreas y fue allí donde conoció a otro personaje cañadense, el recordado Américo Rastaldo.

Siendo Intendente Municipal el recordado Isidoro Martin, que era cuñado de Adolfo y que fuera quién inauguró el Parque Municipal en el año 1942, nuestro querido amigo pudo conseguir el trabajo donde más lo recuerdan los cañadenses. Gracias al gran apoyo de Julio Peña, entonces legislador provincial, comenzó su trabajo como mensajero en el correo de nuestra ciudad. “Hace de cuenta que llegué a presidente”, expresa Adolfo, “era un gran trabajo con mucha proyección de futuro”. Y no se equivocó, a los dos meses reemplazó en los telégrafos, después fue jefe relevante, en Villa Eloísa, Fuentes, Arteaga, San José de la Esquina, San Genaro, San Genaro Norte, Las Parejas y Cañada de Gómez. Entre 275 oficinas lo seleccionaron y becaron para ir a Buenos Aires para ser sub inspector, cargo que no aceptó por estar trabajando en la Escuela Técnica. En sus cincuenta años en la institución llegó a ocupar el cargo más alto del cuál se jubiló entrada la década del noventa.

Su legado como artista y como docente
Adolfo Wytrykusz es unos de los primeros profesores de la Escuela Técnica Dr. Santiago D´Onofrio, institución que lleva el nombre del destacado educador que fuera director de la Escuela Normal y también director de la entonces Universidad Popular del Círculo Católico de Obreros, presidida por el Dr. Ángel F. Robledo y que iniciara sus actividades el 28 de julio de 1945. Esta Universidad Popular fue la antecesora de lo que en 1950 fue el Instituto Politécnico “General San Martín” y cinco años más tarde al pasar a la jurisdicción nacional se convierte primero en Escuela Fábrica Nº 224 y posterior a la creación del CONET (Consejo Nacional de Educación Técnica) recibe el nombre de Escuela de Educación Técnica Nº 1 de Cañada de Gómez (ENET Nº 1).

Entre aquellos docentes con los que Adolfo compartió las aulas podemos citar al mismísimo D´Onofrio, Armando Rizzardi, María Dolores Odorizzi, Juan Luis Toledo, Salvador Agnello, Pablo F. Lombardi, Bartolo Cuffia, Miguel Escandell, Juan Carlos Pianetto, Carlos Jordán, Bernabé Casado, Mario Rodríguez, Rogelio Fiant, Juan Larini, “Yiyo” Sileoni, Teodoro Voss, Andrés Acuña, Esther G. de Fongi, Esther Cuello, Corina Bondoni de Regis, María Teresa Odorizzi, Rosario Ramaciotti, Iris Perrier, Alida Erbetta, Rafaela Osta de Spuck y María E. Cantori. Sobre esa etapa Wytrykusz recuerda que “éramos un grupo de gente que tenía un oficio, por ejemplo Larini y Sileoni eran expertos en radio; Pianetto el mejor tornero de la zona; un carpintero que era de San Lorenzo y el Dr. D`Onofrio nos convocó a todos los que queríamos dar clases gratis a la escuela, fue en el año 1945 entre ellos estaba Teodoro Zoff electricista; Andrés Acuña en dibujo y pintura; Gravier, Armando Rizzardi, Muñoz y como se inició un curso de telegrafía Angelita Cremona me llamó para ir a dar clases, iban más de 400 alumnos en la vieja escuela Normal y otra parte en la parte de ahora. A partir del cincuenta como se cierra el curso terminé como preceptor”.
En esta historia el amor no estuvo ajeno a su vida, y Adolfo recuerda que “me mandaron a reemplazar al jefe de Tortugas y todos los días pasaba una chica que me gustaba por el correo. Era una piba que había estudiado en la escuela de monjas en Rosario. Entonces yo me agrandaba, era el jefe y la esperaba en la puerta… Pero no me daba ni la hora!!!! Entonces empecé a caminar al lado de ella, pero lo único que me decía era: Retírese por favor!!!!” De esas caminatas nació una novela que lleva más de seis décadas, con hijos, nietos y una gran familia. Así de esa manera conoció a Ilse, el amor de su vida.

Pero como dice el título de esta crónica, Adolfo en estos últimos tiempos supo darle color y alegría a la vida con un pincel. “Siempre me apasionó la pintura”, manifiesta emocionado, “conocí a don Jaime Miralpeix, un tipo introvertido, no hablaba, que vivía en Necochea al 500 en una piecita y siempre dejaba la puerta abierta, entonces yo aprovechaba y lo espiaba, de paso le dejaba monedas. Era muy bohemio… Un día me vió y le dije: Maestro porque no me enseña a pintar… Primero no quiso hasta que lo terminé convenciendo, siempre me decía que no tenía nada para la olla, entonces yo le daba unas propinas… Recuerdo que pintaba sobre cartones que le daban en el Barato Argentino… La gente pasaba y le pagaba poca guita por cada obra… Eso sí, guardo con el mayor de mis amores, su paleta de pintura.” Adolfo tuvo la suerte de conocer a Raúl Domínguez, un destacado pintor de las islas, quién lo supo visitar a nuestra ciudad y lo incentivó a que comenzara a pintar. Posteriormente Gerardo Álvarez le organizó una exposición de pequeño formato y de allí no paró nunca de dibujar, de soñar y darle color a sus días.
Parece increíble escucharlo, parece que fue ayer que conoció a Elpidio González quién fuera vicepresidente de Alvear, y también conoció al ex presidente Alvear, y si hablamos de presidentes también guarda en su memoria la figura de Arturo Frondizi, de Juan Domingo Perón, de Edelmiro Farrel caminando con él sobre el puente del ferrocarril cañadense. Y quizás sea el único hombre de nuestras calles que pueda decir “Yo vi a Evita y a Gardel!!!” Si, porque a la Jefa Espiritual de los Argentinos la vislumbró en su charla con Angelita Cremona, cuando levantó la persiana de tren y nuestra convecina le regaló un ramo de flores. “Tenía la piel blanca, era hermosa, una muñeca… Esa noche convoqué a todos los empleados del Correo para ir a recibir a la una en el tren presidencial”, recuerdo Adolfo con la voz entrecortada, “a Gardel, lo conocí porque mi hermano me llevó al Teatro Verdi, tenía 9 o 10 años, fuimos a verlos pero no teníamos plata, pero Carlitos nos pagó la entrada a todos y nos hizo pasar al gallinero. Recuerdo su voz, su estampa a pesar de ser petiso y un poco gordo…”

En estos últimos años, Adolfo fue homenajeado en reiteradas veces por muchas instituciones que reconocen en él su incansable bondad y apoyo a la ciudad. Hoy una de las aulas en la Escuela Municipal Pedro Reün lleva su nombre, decisión que tomó en el 2013 la intendente municipal Dra. Stella Clérici. Quiero finalizar con una frase que dijo John Ruskin, un recordado artista y crítico británico del s. XIX, “La grandeza no se enseña ni se adquiere: es la expresión del espíritu de un hombre hecho por Dios” y estoy seguro que Adolfo es uno de ellos.

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Y la banda sigue tocando 0 15339

La charla con Carlos Verdicchio y Rubén Carrera discurre por los comienzos del camino de los G. “Una historia de derrotas y fracasos”, bromea Rubén, refiriendo a esos tiempos en los que apenas pasaban los 20 años de edad.
-No teníamos dimensión de lo que hacíamos –cuenta Carlitos- entre charlas delirantes, sin conciencia de hacer una carrera mediana en la música, nada de eso.

“Delirábamos y salía todo lo contrario” se ríe y apunta Carrera.

En el ’88 aparece la posibilidad de intervenir en el Pre Chateau de Rosario, un festival eliminatorio cuyo ganador tocaría en la entonces meca festivalera del rock argentino, el Chateau Rock que se realizaba en el estadio mundialista cordobés.

Y a Rosario fueron los G.

Carlos Verdicchio: -Aunque ya habíamos tocado algunas veces en Rosario, fueron en lugares pequeños, nada a la escala del anfiteatro, con diez mil personas, producción.
Rubén Carreras –Era casi una excusa para tocar en Rosario, pocas bandas de Cañada lo hacían, ¡y en dos días habíamos ganado! Con eso lográbamos actuar en vivo en el Chateau, y además el premio incluía grabar un disco.
CV :- El triunfo nos permitió lograr conexiones, amigos que eran músicos o periodistas, y difundían lo nuestro, y de esa manera alguno le acercó a Fito Páez algo de lo que teníamos grabado, y le gustó. Sonábamos distinto a los que se escuchaba entonces, también las letras, incluso nuestra actitud. Así que nos acercó la propuesta de participar en la producción del disco.
RC: -Otra de las características de entonces era la cantidad de horas que ensayábamos. Era tocar y tocar, viajar a Rosario todos los días, a veces a dedo.

Llegó la propuesta de Fito, y sin pensarlo dos veces la banda partió rauda en el Urquiza, a Buenos aires y el estudio que el músico tenía en Caballito. Allí no sólo alternaban con Páez, o Fabiana Cantilo, sino que una cantidad de músicos pasaban a diario por allí.

CV: -Era un sueño estar en ese lugar, en contacto con una personalidad como ésa, Tweety González era el operador.
RC: – Fue como una bomba atómica sobre nuestras cabezas, rodeados de músicos conocidos, qué se yo, Guillermo Vadalá estaba allí, mirando, y tantos otros. Además, dormíamos en el mismo estudio, era el ’88, una época tremenda de crisis, en ese entonces se cortaba la luz cada tres horas y volvía a funcionar otras tres, así continuamente. Entonces debíamos aprovecharlas, pr ejemplo grabábamos un domingo a las 8, le pegábamos hasta las 11 y entonces… corte de luz. Tres horas charlando solamente, sin hacer otra cosa porque no teníamos un mango.
CV: -Un calor infernal, el aire era irrespirable.
RC: Teníamos el modo “morfargo”, porque con el Tato comíamos ese pan y ninguna otra cosa
“La inflación fue el ángel de la guarda en toda nuestra carrera” agrega Carlitos.

En el 91 salió el segundo disco, de producción propia. En ese momento arrancó con fuerza el formato CD, y en poco tiempo todo se grababa en esa condición. “Y nosotros salimos contentos con nuestro vinilo debajo del brazo” se lamenta Carlitos. “Lo vendían con los del Trío Los Panchos y Música en Libertad” bromea el bajista.
“Hoy hubiésemos vendido cualquier cantidad en vinilo” agrega Carrera “pero entonces…”

CV: En el 93 salió el tercero de los álbumes, ése lo grabamos en Alfa Centauro, pero con una discográfica detrás. Incluía nuevas versiones de algún tema del primero, como Cae lenta.
Un año después dejamos de tocar

 

Cada uno siguió distintos derroteros, tanto en lo personal como en lo musical. ¿Cómo comenzó la nueva parte de la historia que desemboca en este aniversario?

RC: -Con mayor o menor presencia, como Coky que tenía su grupo, todos seguimos tocando. A veces nos invitaban como grupo, Coky lo hacía, en el 2000 tocamos en La Rockería, hasta que hace dos años, cuando se festejaron los 50 años del rock de Rosario ahí también nos invitaron, ¡y a cerrar las jornadas!.
CV: -Fue entonces cuando caímos en la cuenta que eso no era joda, teníamos que ensayar en serio. Además teníamos dudas, sobre cómo nos iban a recibir, qué onda había ahora.
RC: -En el primer ensayo ninguno hablaba una palabra, pero fue mágico, como si nunca hubiésemos dejado de tocar, estuvo bueno la pasamos bien.
CV: es que desde el punto de vista musical, humano también, la cosa se complica, somos grandes, con nuestras mañas…

No todos evolucionan de la misma manera…

CV: Esa es la conclusión: que ninguno de nosotros maduró!… (risas).
RC: En fin, el recital estuvo bueno, la gente respondió, y entonces comenzaron a llamarnos para tocar, cada vez más seguido. Fue entonces que un día Coky dijo: Viejo, esto es trabajo!.. entonces vamos a trabajar!…
CV: Ahora ensayamos, tenemos la ventaja que Juan (Albertengo, el batero de la banda. N de la R.) y el Vila regentean un estudio de ensayo, que es el viejo Alfa Centauro, un lugar hermoso, con todas las comodidades para la tarea, buenos equipos, con cabinas, todo suena perfecto, muy bueno para ensayar.

RC: Para lo de este viernes, tenemos que agradecer un montón a mucha gente. A la Muni, a quien acudimos como punto de partida, pero también a los que se van a ocupar de la parte técnica de los distintos aspectos que se englobarán esa noche. Van a estar Walter Crola, Daniel Ferrero, Carlitos Herrera, entre muchos otros. Y la gente que nos siguió y se acuerda.

Este viernes, Punto G va a tocar el primero de sus álbumes completo, del que se cumplen 30 años de su grabación, en el orden en el que aparecen los temas. Habrá un breve intervalo, y continuarán con una selección de temas de los otros dos discos, un total de algo más de dos horas de actuación.
Resumidos, más de treinta años de una feliz historia de derrotas y fracasos, los que hoy despiertan sonrisas en algunos de sus protagonistas.

 

PUNTO G – VIERNES 5 DE OCTUBRE – 21.30 – TEATRO VERDI CAÑADA DE GÓMEZ

ENTRADAS ADELANTADAS EN ESTACIÓN ESSO DEL CENTRO – PLATEAS $ 250 – PAALCO BAJO $ 200

Bertoglio y Salvetti, marca registrada en la tele de la ciudad 0 2151

Atardecía y el frío dejaba sus huellas en la ciudad. Faltaban cuarenta y ocho horas para el día del periodista. Todas las tardecitas en el local de fotografía que actualmente pertenece a Ariel Salvetti, dos hombres se sientan y ven pasar sus recuerdos como en el visor de una cámara filmadora. A veces en blanco y negro y otras veces a color, pero muy lentamente, recorren esa larga película que fue, y es, la de ambos.

Rubén Bertoglio nació en Carcarañá el 27 de noviembre de 1931, con sus ochenta y seis años, también se lo ve sentado en alguna mesa de café merendando en su soledad. Carlos Salvetti nació en Cañada de Gómez el 28 de noviembre de 1942, con sus setenta y cinco años todavía mata el vicio de las fotos colaborando con su hijo Ariel en su histórico local de calle Lavalle.

Bertoglio, apenas terminada la ‘colimba’ en el 11 de infantería en Rosario, comenzó sus estudios terciarios en el Instituto de Profesiones Técnicas, donde cursó durante tres años y serecibió de Técnico Fotográfico. Según nos relata Rubén, él tenía un laboratorio donde revelaba sus fotos particulares contando con mucho material bibliográfico sobre el tema y quizás por eso realizar esa carrera no le costó mucho.
A nuestra ciudad llegó finalizando 1957, y su entonces novia Maria Delia Masa, le avisó que la propiedad donde vivía y atendía el Dr. Sanz se estaba por desocupar, y allí podría poner su local comercial de fotografías. Recordemos que Sanz fue uno de los primeros médicos que trajo el equipamiento de Rayos X a Cañada de Gómez, siendo muy repentina su muerte quedando su viuda a cargo de la casona ubicada en Lavalle 907. Y hacia allí fue Rubén, que al consultarle si le alquilaba el local, la señora le respondió, “mire yo quiero cobrar de alquiler lo que se cobra de jubilación o pensión porque no tengo ninguna ayuda social.” Por aquel entonces existía una ley creada en el Justicialismo donde los alquileres tenían un tope que no superaban los cuatrocientos pesos, pero la jubilaciones era de dos mil doscientos pesos, o sea, cinco veces más de lo que valía en realidad.

La casa estaba bastante deteriorada, recordemos que era una propiedad construida hacia finales del Siglo XIX. Sobre esta situación Bertoglio recuerda, “cuando escuché esa cifra casi me muero, te imaginás que cuando se le conté a mi viejo, que me bancaba un poco en ese momento, él me dijo: loco, ¿tenés idea de cuánta guita es eso?”.
Pero no todo se complicaba, también aparecieron dos comerciantes, Moretti y Medina, para alquilar la casa ya que comenzaban a emprender un nuevo rubro. Ellos también se asustaron por el importe que la viuda pretendía, fue así que ella misma les tiró una idea, «hagan una cosa, la alquilan a medias y de esa manera es más accesible».
Fue así que Bertoglio y Moretti se sentaron a negociar qué parte quería ocupar cada uno, “y ahí el rengo Moretti se puso firme”, expresó Rubén, “él pretendía las dos habitaciones que daban a la calle para hacer la vidriera, y yo me tuve que quedar con la entrada del zaguán y las habitaciones traseras. Pero bueno, yo también quería tener una vidriera, así que tiré abajo el zaguán y armé una de cincuenta centímetros aproximadamente, y un metro más para pasar hacia el negocio.»

Sobre sus comienzos en la fotografía tuvo un encuentro con el párroco Padre Guillermo Martín, quién lo conocía de Carcarañá, en el que el sacerdote le expresó que no sacara tantas fotos, por el humo que dejaba el magnesio. Recordemos que en esos tiempos, unos ocho casamientos por fin de semana desfilaban en el pasillo central de la parroquia San Pedro. Entonces Bertoglio le manifiestó al cura que su cámara era eléctrica y que no iba a haber humo en la sala. Apareció entonces la astucia de Martín, quien al ver que el trabajo de este joven fotógrafo era diferente al resto, fue hasta su local y le dijo, “mire hijo, veo que usted está sacando muchas fotos en los casamientos sería bueno que pudiera colaborar con la parroquia, no se olvide de este curita…” Desde el 25 de mayo de 1958 cuando inauguró su local, Bertoglio fue uno de los tantos aportantes a las finanzas parroquiales.

Por su parte, la pasión de Carlos Salvetti por la fotografía nació en el viaje de estudios de quinto año, al conocer al fotógrafo carcarañense Selvaggio, posteriormente comenzó a estudiar Ciencias Económicas, pero también se hacía un tiempo para estudiar fotografía en Rosario. Antes del servicio militar, en el mismo lugar donde lo hiciera Bertoglio, decidió dejar sus estudios de contabilidad para inclinarse por la profesión en la que todos lo hemos conocido. Finalizando 1960 se propuso hacer click por primera vez en forma comercial.
Cuando estuvo bajo las órdenes del Ejército, aprovechó sus conocimientos técnicos para tomarse unos días cada tanto para sacar fotos y revelarlas. Las mismas incluían tanto las de carnet de sus compañeros como de las actividades que desarrollaban. “Desde adolescente practicaba en el Tiro Federal”, expresa Carlos, “y con dieciocho años me nombraron secretario del mismo, lo que me daba la posibilidad de hacer la colimba acá, pero laburé como loco, limpiaba los Mauser, pero eran súper exigentes y siempre el Viejo Carmacci encontraba algún defecto.”
“En un Chevrolet 36, que era de mi papá, íbamos a buscar las balas a Fray Luis Beltrán, veníamos al palo y si alguna chispa saltaba volábamos todos. Hasta que un día, al Tiro llegó una supuesta renuncia mía como armero, cosa que nunca existió y sí fue un acomodo de un carnicero de acá para poner a su hijo. Me querían llevar a Curuzú Cuatiá. Pero gracias a un pariente mío militar y Juvenal Funes, me alojaron en Rosario, pero me mandaron a la región V, nos tenían volando, se llamaba la Voladora donde iban los castigados» Cuando terminó el servicio, Carlos alquiló en calle Brown 977 donde estaba don Caligari y abrió su primer local de fotografías.

La primera experiencia de ambos fue cuando Bertoglio junto con Elmo Fernández, filmaban publicidades y eventos. Así que lo llamaron a Carlitos para que los ayude en una noche de trabajo bastante complicada, y fueron a una confitería a Las Parejas, donde Salvetti recuerda que «le pido la filmadora a Elmo, creo que era el año sesenta y cinco más o menos, y eran muy pocas las mujeres que usaban minifalda, entonces yo la veo y la filmo, la verdad es que era una bomba, como bailaba y seducía, y cuando se la muestran al dueño de la confitería éste dice: ésta es la que quiero para la promoción, entonces éstos dos dijeron ‘¡pero cómo hizo, nosotros filmamos dos o tres horas y éste en un minuto le acertó a la publicidad!… y ahí empecé a trabajar con ambos…» Y acá llegamos a un momento histórico en la ciudad, el día que Elmo Fernández y Rubén Bertoglio se animaron a hacer televisión en la Cañada del blanco y negro.

Fernández era corresponsal de los canales rosarinos, el encargado de filmar los acontecimientos más importantes que sucedían en la región, pero ese trabajo se revelaba en México, España o Panamá. La tarea completa llevaba aproximadamente un mes, o sea, cuando la noticia llegaba a Rosario ya estaba pasada en tiempo. Fue así que Fernández se enteró que Bertoglio hacía ese trabajo, y ahí nace el primer vínculo laboral de los dos. Cabe agregar que se conocieron a través de Maria Delia, novia de Rubén, que le enseñaba piano a Elmo y fue ella quién los acercó. El 9 de julio de 1969, se animaron y transmitieron en directo los desfiles patrios de ese día, naciendo así la televisión en Cañada de Gómez. Durante cuatro años, instalaron televisores en locales y bares de la ciudad donde en directo pasaron los eventos más destacados de esos tiempos. En los salones de exposiciones del Centro Económico las ferias y desfiles se podían disfrutar en directo a través de pequeñas pantallas. “Un día cayó a la estación de servicios del Elmo un viajante”, expresó Rubén, “y le dijo si no le interesaba comprar una filmadora marca Phillips que era igual a las que usaron los yanquis cuando llegaron a la Luna, y ahí se enganchó Elmo con el circuito cerrado. Entonces compramos varios televisores Phillips que venían desarmados y le encargamos a Hermes Navarro que los armara. La verdad la sensibilidad que tenían esas cámaras era similar a las digitales de ahora. Y así nació Telecanal 3 Telecañada.”

En 1974 Telecañada llega a su fin, las reglamentaciones vigentes, las exigencias político-partidarias, problemas personales de Elmo Fernández que debía hacerse cargo de la Estación de Servicio YPF, sumado a los costos, hicieron que ese proyecto descansara por un tiempo. En 1976 José Ramaciotti los llamó para que transmitieran los bailes en directo en cada lugar donde iban con Ronda Musical y todo su equipo. Cuando se jugó el Mundial de fútbol a la Argentina, llegó al país la televisión a color y los partidos se transmitían en los cines de Rosario. Allí Carlos Salvetti descubrió una forma de poder proyectar en los cines comerciales los trabajos que se filmaban. Fue así que se animaron con una Súper 8 familiar que tenía Salvetti y se podía filmar a color con calidad Kodak, naciendo el Noticiero Cinematográfico Regional con la nueva sociedad Bertoglio y Salvetti.
Llegaron a filmar quince rollos semanales, siendo uno de los mejores clientes del interior del país de la empresa. Cuando llegaba el material se compaginaba y Alcides Terráneo junto con Héctor Vale hacían la locución de los trabajos. El noticiero tuvo un éxito rotundo entrando en todos los cines comerciales de la zona. La inversión que hicieron en aquel entonces fue superior al millón seiscientos mil pesos, cuando adquirieron los proyectores para pasar el material en los salas.
El boom del Noticiero Regional llegó hasta 1982, cuando comenzaron a llegar las primeras cámaras de video. “Descubrimos que un hombre en Villa Eloísa tenía una y filmó un partido que le salió en blanco y negro”, relata Salvetti, “pero fue porque grabó mal. Así que fuimos de Lavini y le pedimos que trajera una en forma urgente. La primera filmación fue un partido en Bustinza entre Huracán y Newell´s.
Empezamos a grabar los partidos y después lo pasábamos en Zonda, con el sonido ambiente. Se juntaba una multitud a ver los partidos en el local de Santiago Delgrosso. Se cortaba la calle. Después fuimos al bar Zodíaco y también empezamos a pasar los encuentros. Fue un éxito, así que fuimos a las ligas de toda la zona, del sur santafesino y cordobés y les vendíamos los partidos. Llegamos a cobrar setecientos dólares cada match, y a juntar más de mil personas en los gimnasios de los clubes cuando los repetíamos, con cinco o más televisores transmitiendo al mismo tiempo. Héctor Vale se encargaba de vender a los clubes y a los bares, además de de ser el locutor y relataba, a veces acompañado de José Lapiuma”

En 1986, Bertoglio y Salvetti junto a una financiera local, fundaron el Cable Cañada Televisión, naciendo así la etapa más importante de la TV cañadense. De su ingenio nacieron el noticiero local Cablenoticias, Resumen Deportivo, Deporgol y Paqueterías. El primer conductor del noticiero fue Alfredo Santucho, pero también ocuparon y trabajaron en ese proyecto Marcelo Moyano, Roberto Bernasconi, José Lapiuma, Gustavo Aguilera, Uber Maccari, Miguel Gerván y Claudio Giolidoro. Sobre las historias de los conductores recuerdan que Moyano jugaba al rugby y un lunes no pudo hacerse el programa por la cantidad de curitas que tenía en la cara el conductor del programa.

Con todo el material que tenían ambos de las filmaciones sociales, decidieron hacer un programa, y Bertoglio recuerda que “apareció el Negro Bermúdez, que estaba haciendo un programa en Rosario con Pedro Oitana llamado Entre Amigos, y le tiró la idea de ser el locutor de ese proyecto, la idea era llamarlo Nuestra Sociedad pero Bermúdez nos dice, yo tengo otro nombre, Paqueterías, y en 1987 nace el programa con el Negro a la cabeza…” Cuando finalizaba el Siglo XX Bertoglio y Salvetti vendieron sus partes a la nueva empresa que tomó los destinos del Cable Local.

Al terminar la entrevista, una llamada telefónica nos silencia la noche, Pablo Bermúdez nos avisaba que su papá había fallecido. La muerte del Negro cae como un balde de agua fría. Los rostros de Rubén y Carlos me dicen que esta historia llega a su final. Había salido de gira su gran amigo, su compañero de ruta en miles de proyectos y sueños. Los pioneros de la TV perdían a uno de sus mejores exponentes. Seguramente el Negro Bermúdez ya estará en la misma mesa que Carlitos Faúl, Carlos Monchietti, Roberto Bernasconi, Elmo Fernández, Walter Gasparetti, David Castellán y otros tantos colegas que se hicieron inmortales a través de sus trabajos en los medios de comunicación. Y nosotros desde acá, tenemos que seguir pensando que la muerte cuando uno es joven significa naufragio pero cuando uno ha realizado y concretado en su extensa vida innumerables proyectos es llegar a puerto.

Que el testimonio de Rubén Bertoglio y Carlos Salvetti, pioneros de la TV Cañadense, sea un homenaje para aquellos hombres y mujeres que apostaron a dignificar los medios de comunicación de Cañada de Gómez. En ellos rindo mi homenaje y agradecimiento, que seguramente será el de toda la ciudad.

Pablo Di Tomaso

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